¿Todos somos perversos?

Por: Fernando Espinosa Rúa

A partir de la época victoriana el comportamiento sexual que no tenía que ver con la procreación fue mal visto. Desde ese momento, muchos psiquiatras, médicos, psicólogos, pensadores y algunas mentes oscurantistas estaban empeñados en considerar como “anormal”, aberrante y hasta delictuosa toda aquella conducta sexual que se escapaba de un canon religioso, patriarcal, machista y hetero centristas, y fue gracias a ellos que hoy en día hay quienes todavía consideran una enfermedad o una perversión cuando se habla de transexualidad, voyerismo, exhibicionismo, satiriasis, ninfomanía, masoquismo, sadismo, fetichismo, homosexualidad, lesbianismo, travestismo y cualquier variante que se salga de la “norma” , inclusive cada día aparecen nuevas filias para seguir discriminando.

Algunas de estas sentencias son tan amplias que dan pie a que cualquiera pueda tener alguna desviación, por ejemplo; el exhibicionismo que es el gozo al mostrarse desnudo ante otros, y podrían abarcar los modelos y los actores. El fetichismo, que es la satisfacción al obtener objetos o ropa representativos de otras personas, donde puede englobar el tener alguna prenda de algún artista favorito. La zoofilia que es el gusto por los animales, que estarían aquellos que besan a sus mascotas.

Otras que parecerían ser un tanto discriminatorias como la gerontofilia, que es la atracción por personas mayores. Otras que tienen que ver con cuestiones culturales como el intercambio de pareja, como el compartir a la esposa que entre algunos pobladores de Alaska es una muestra de amabilidad. Así como para otros que disfrutan de su castidad. Algunos otros que disfrutan usar el cuerpo de su pareja como un gran plato donde colocan frutas, miel, chocolate, vino, helado, entre otros alimentos, para irlas saboreando poco a poco de manera delicada y sensual.

O como dice la canción de Pedro Infante, del beso mordelón, o el gusto por sentirse atraído por olores, que le llaman rinofilia, en fin, que las paralifias están a la orden del día, hasta por gustos comunes como el hablar, leer, ver, escuchar, escribir o dibujar con relación al sexo, ¿Son estos comportamientos aberrantes? Como se puede apreciar, todos tenemos algunas de esas expresiones comportamentales de la sexualidad, tanto a nivel erótico como no erótico. Así que para los que gustan de estigmatizar, bien vale recordarles que todo ser humano tiene algo de “perverso” o “desviado”.

Y es que los comportamientos sexuales difieren de una cultura a otra y no por ello se puede hablar de desequibrio mental, por ejemplo, en México, tener relaciones sexuales con un cadáver es mal visto, incluso es un delito, pero hay grupos como los bellakoola, (pueblo indígena asentado cerca de Alaska) que considera que si una mujer muere virgen alguien debe tener relaciones con ella para salvar su alma” e aquí una diferencia importante en la valoración de la necrofilia. También está el ejemplo citado arriba del intercambio de parejas que ha sido mal visto.

El sexólogo Magnus Hirschfeld considera que la atracción sexual siempre se desarrolla con base en diferentes estímulos individuales del medio. En este sentido todo ser humano tiene parafilias o fetiches “normales” y saludables como sería un hombre heterosexual que siente preferencia hacia las mujeres morenas sobre las rubias, a las robustas sobre las delgadas, así como la preferencia por personas de la tercera edad sobre las jovencitas, pues le apetecen con experiencia. Estos patrones sexuales pueden incluir no solamente aspectos físicos sino objetos, como la lencería, los uniformes, etcétera, para Hirschfeld el fetiche se torna patológico cuando se sobrevalora uno de estos objetos individuales, como podrían ser los tacones o las botas.

“gran cantidad de esos comportamientos sexuales no son aceptados en la sociedad, por ejemplo, el sadomasoquismo. Hay personas que un día a la semana tienen una reunión, se disfrazan con sus atuendos de cuero y juegan a que se someten y golpean durante 2 o 3 horas; otros intercambian parejas. Al terminar la fiesta, se retiran a sus casas y al día siguiente pasean en bicicleta; no es gente enferma”, indica el director del Instituto Mexicano de Sexología A.C., Álvarez-Gayou.

Sin embargo, existen personas para las que algunas expresiones adquieren un carácter exclusivo, esto quiere decir, que es la única forma mediante la cual logran tener excitación y orgasmo; incluso puede transgredir las normas sociales, “pero esto es relativo y depende de cada sociedad” señala Álvarez-Gayou.

Pero podemos decir que ¿todo es válido en las relaciones sexuales? Algunos sexólogos consideran que puede serlo siempre y cuando no traspasen los limites sociales o que se tornen problemáticas, como en el caso de la pedofilia o paidofilia, que es cuando la persona experimenta excitación sexual o erótica a través de actividades o fantasías con niños y que desgraciadamente se encuentra entre las más comunes afectando a niños entre los 8 y 12 años, incluso menores, que en muchos países es castigada y perseguida. Ya que afectan a la vida, la salud, la integridad física, la dignidad, el desarrollo de la persona, el respeto de sus derechos y su estabilidad emocional de otros.

O bien en el caso que provoquen en el individuo algún malestar o incomodidad, algún tipo de dificultad para disfrutar de la actividad erótica, e interferir en sus relaciones sociales, pues suelen presentar aislamiento o cambios bruscos de ánimo, o bien que se tornen compulsivas y ya no sea posible controlarlas o incluso que requiera la participación de otros en contra de su voluntad, como lo es la violación o la paidofilia.

Sin embargo, algo que nos ha definido a los seres humanos respecto a la sexualidad ha sido la enorme diversidad por explorar, por sus gustos, aficiones e imaginación y esto se puede apreciar por las pinturas rupestres que existen en el norte de África donde hay imágenes de hombres que copulan con jirafas, elefantes y rinocerontes. En las pinturas de las cavernas de Les Trois Fréres en Francia, realizadas entre 5,000 A.C., figuran un hombre con mascara de conejo y un enorme falo, una figura entre hombre y lobo que sostiene relaciones sexuales con una mujer.

Han descubierto juguetes sexuales con 28 mil años de antigüedad cerca de Ulm, Alemania. Y si mencionamos los afrodisiacos, son tan antiguos como la sociedad patriarcal, ya que en estas se tienen verdaderas obsesiones por la virilidad y superioridad masculina. Según Isabel Allende “en toda falocracia los afrodisiacos son muy importantes, dadas las limitaciones del caprichoso apéndice masculino, que suele desmayarse no solo por debilidad del propietario, sino también por hastío. Desde que los hombres tuvieron la curiosa idea de basar en ese órgano de su anatomía su superioridad y dominación sobre las mujeres, comenzaron a tener problemas, ya que “todos los afrodisiacos funcionan más por insinuación que por otro motivo”, otros son los aromas o relajantes que son para incitar al deseo. En la india existe un tratado sobre los amoríos, el afamado libro del Kama Sutra, el primer tratado sexual en el mundo que fue escrito en la antigua India (entre el siglo IV A.C. y el siglo II) ya que el sexo se enseñaba como una materia en la educación.

Desde la antigüedad el hombre ha tenido curiosidad y la ha explorado en lo referente a su sexualidad y esta con el paso del tiempo ha ampliado su abanico de posibilidades para el disfrute, que en la actualidad esta debe ser consensuada, desprejuiciada, respetuosa y amorosa.

Las categorizaciones que hubo en el pasado siguen estigmatizando aun hoy en día y suponemos que son conductas que hace la gente “rara” cuando en sí alguna vez hemos tenido la fantasía o se ha llevado a cabo algo de “perverso” en nuestra vivencia. En realidad, es mejor entender que se trata de una faceta más en nuestra persona, que sirve para tener un crecimiento en el bienestar y la aceptación de nosotros mismos. Que no es un motivo de juzgar, justificar, agraviar o ultrajarse por los que otros hacen o dejan de practicar y que sea una decisión libre y autentica, nunca impuesta o que sea como una moda a seguir.

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