¡¿Porqué aún no te has casado?!

¡¿Porqué aún no te has casado?!

Por Daniel Rangel

A muchas mujeres jóvenes les genera cierta presión el tema del matrimonio a causa de comentarios del tipo: para cuándo el novio / el tren ya te está dejando / tú serás la tía buena onda que les da regalos a los sobrinos / ya le está dando frío a tu dedo anular / yo a tu edad ya estaba embarazada de mi segundo hijo… Aunque algunos comentarios son de broma, para varias son silenciosamente incómodos.

¿ES UN TEMA QUE DEBERÍA GENERAR ANGUSTIA?

Depende. Por un lado, ellas lo tienen muy presente: la biología es trascendente, pues para tener hijos exitosamente lo recomendable es tenerlos antes de cierta edad. Para muchas, el objetivo no es logrado solo al procrear, sino hacerlo con la pareja que se ama.

En este caso, obviamente hay una condición que con justa razón estresará a muchas mujeres que están en ese rango límite de edad.

Habrá otras opciones para poder procrear, como la vitrificación (congelación de óvulos), la adopción u otras más, pero mientras no se consideren ni lleven a cabo por la razón que sea, esa angustia continuará.

Sin embargo, hay mujeres jóvenes que distan considerablemente del límite superior de edad recomendado para poder lograr la reproducción, y aun así sienten que ya están retardadas en casarse. En este caso, la prisa por lograr ese objetivo obedece a un tema sociocultural.

MAESTROS EN LA ENSEÑANZA DE LA AFLICCIÓN

Inevitablemente desarrollamos un parámetro de normalidad, el cual nos facilita el entendernos mejor con los demás. Lo que no se ajusta a este parámetro, lo clasificamos como poco común y lo valoramos en términos positivos o negativos con base en nuestros conocimientos, creencias, experiencias.

Naturalmente, al ser entes sociables, nuestro concepto de normalidad es similar de forma general al de los demás: Yo podría decir que los tacos son un alimento exquisito, y que las uñas largas y sucias son asquerosas; y en ambos, muchos concordarán conmigo.

Ver que muchas personas se han casado cuando viven ciertas circunstancias (X edad, un trabajo, una relación estable, una casa, etc.) influye en crear un parámetro de las circunstancias en que es «normal» casarse.

La falla de esto se da al no considerar 3 puntos:

* Las épocas traen consigo distintas circunstancias: Ideologías, costumbres, posibilidades. Años atrás una pareja tenía hasta 10 hijos; años atrás los hombres se casaban con mujeres con quienes apenas conocían al interactuar en el miserable tiempo del traslado de la escuela a su casa. La unión entre personas ahora es diferente a las de otras épocas.

* La suerte de cada persona depende de las decisiones que toma: Esperar que los hijos sean y hagan lo que uno espera de ellos es normal, pero tratar de encaminarlos para lograr esas expectativas es patológico, pues es privar de su libertad a una persona que bien podría tomar sus propias decisiones y realizarse gracias a ellas.

* Los objetivos personales son eso: ¡personales!: En menudas ocasiones caemos en la trampa de la comparación, pues creemos que lo normal es lo que hace la mayoría, y hay un insistente pensamiento entre lo que nos falta y lo que los demás tienen. Para que cada uno cumpla sus objetivos personales, tiene que realizar determinadas actividades que permitan acercarse a esos objetivos. Puesto que cada uno ha tenido diversas experiencias, la facilidad o dificultad para lograr sus objetivos es distinta en cada uno, por lo tanto es poco probable coincidir tanto en el tiempo como en el fin, sin mencionar que ni siquiera conocemos lo que las demás buscan lograr en su vida.

Es como si Rommel Pacheco se pretendiera comparar con Cristiano Ronaldo: sí, ambos son deportistas, ambos quieren ganar premios, pero sería absurdo que se sienta mal porque el otro tiene más títulos, pues para empezar son competiciones con distintas mecánicas.

«NO ME IMPORTA LO QUE DIGAN LOS DEMÁS…»

…pero sí lo que dicen tus papás, y en general lo que dice la gente que te ha ayudado a desarrollarte de cualquier manera en tu vida.

Desafortunadamente, estas personas a veces pueden no ser muy prudentes que digamos con sus comentarios; el punto es que sus palabras pueden tener el peso suficiente como para provocar un sentimiento desagradable, y no sólo eso, sino problemas en la forma de vivirse por la profundidad de las raíces de esas semillas que modifican el ser.

¿Qué se puede hacer ante esto?

Afrontar a esas personas cuando dicen esos comentarios incómodos abogando por tu salud mental. Es difícil cuestionar a quien los dice, que en muchos casos son los padres, pero es importante considerar que a veces no están edificando, sino afectando; su palabra y hechos a veces puede espinar, mas tú aboga por tu salud mental.

«Y LAS QUE NO QUEREMOS CASARNOS NI TENER HIJOS, ¿QUÉ?»

Las personas pretendemos estar con alguien con quien compartir nuestra vida de un modo especial, alguien a quien amar, a quien contarle nuestros secretos, nuestros proyectos, nuestro sentir, con quién intimar sexualmente, con quien crear un proyecto de vida, alguien con quien estar. Por tanto, es inevitable esta unión entre dos personas, sin necesariamente legalizar la unión.

Sin embargo, no seguirán faltando los comentarios o cuestionamientos de por qué no se casan, por qué no tienen hijos…; para pronto: el deseo o expectativa de los demás de verlas con una pareja y quizá hijos se hace manifiesta. Insisto: aboga por tu salud mental.

Tengo el presentimiento de que en las generaciones venideras será más laxa la congoja a causa de los comentarios de las mamás, las tías y demás personas que quieren ver casadas a sus hijitas. Mientras tanto, seguiremos oyendo quejas de jóvenes y comentarios graciosos de señoras.

Ci vediamo!

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