El bucle climático que arrasa los bosques de Alaska, Siberia y Canadá

Regiones árticas como Alaska, Siberia y el norte de Canadá viven este año uno de los veranos más calurosos y secos de la historia reciente. Las altas temperaturas de las últimas semanas están alimentando los incendios forestales en algunas de estas zonas nórdicas y la combustión de masa forestal provoca la emisión a la atmósfera de grandes cantidades de dióxido de carbono, uno de los gases que incrementa el efecto invernadero y, por tanto, alimenta la crisis climática.

Las altas temperaturas provocan más incendios y los incendios alimentan el cambio climático. Estamos en un bucle del cual cada vez es más difícil salir…

El último informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM, publicado el 12 de julio) sobre los incendios de este verano en las regiones árticas no deja demasiado espacio para el optimismo. Después de recordar que el hemisferio Norte registra en lo que llevamos de verano “unas condiciones atípicamente calurosas y secas que se han dado en algunos lugares del hemisferio norte han desencadenado importantes incendios desde la zona del Mediterráneo hasta la región ártica, la cual se ha visto especialmente afectada”, la OMM generaliza la situación explicando que “el cambio climático, caracterizado por un aumento de las temperaturas y cambios en los patrones de precipitación, está agravando el riesgo de incendios forestales y prolongando la temporada en la que estos se producen”.

Incendio en Shovel Creek, en Alaska, en una imagen del satélite Copernicus Sentinel-2
Incendio en Shovel Creek, en Alaska, en una imagen del satélite Copernicus Sentinel-2 (AP)

En un esfuerzo para hacer entender a la población mundial la importancia de la prevención de los incendios forestales, el Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global de la OMM ha difundido un breve vídeo de animación que destaca los peligros que conlleva este tipo de fenómenos. En esta animación se muestran también los avances en las tecnologías de satélites que permiten determinar y vigilar el riesgo de incendio. “La mejora de los sistemas de pronóstico es vital para poder emitir predicciones y avisos de riesgo de incendio y de los peligros vinculados a la contaminación del aire”, explica la OMM.

La OMM destaca que, “además de que la combustión supone una amenaza directa, los incendios forestales emiten a la atmósfera contaminantes nocivos, como partículas en suspensión y gases tóxicos, incluidos el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos distintos del metano”. “Las partículas y los gases emitidos por la combustión de biomasa pueden ser transportados a grandes distancias y mermar la calidad del aire de regiones lejanas”, indica esta organización especializada de la ONU.

Las olas de calor propician los incendios

Desde principios de junio, el Servicio de Vigilancia de la Atmósfera del programa Copernicus (CAMS) ha registrado más de 100 incendios forestales de gran intensidad y de larga duración en el círculo polar ártico. Sólo en el mes de junio, estos incendios emitieron 50 megatoneladas de dióxido de carbono en la atmósfera, lo que equivale a las emisiones anuales totales de Suecia. Además, esta cifra es superior a la suma de las emisiones desprendidas por incendios árticos en los meses de junio del período 2010-2018.

Según Mark Parrington, científico principal del CAMS y experto en incendios forestales, aunque los incendios son habituales en el hemisferio norte entre mayo y octubre, la latitud y la intensidad de estos incendios, así como la cantidad de tiempo durante la que han estado ardiendo, han sido especialmente atípicas.

Los incendios árticos han sido más graves en Alaska y en Siberia, donde todavía siguen en activo. Algunos han alcanzado dimensiones equivalentes a las de 100 000 campos de fútbol o a las de toda Lanzarote. En Alberta (Canadá), se estima que uno de los incendios ha alcanzado un tamaño superior al de 300 000 campos de fútbol. Sólo en Alaska, el CAMS ha registrado este año casi 400 incendios forestales y nuevos incendios todos los días.

La temperatura media en junio en las zonas de Siberia que se están viendo azotadas por los incendios forestales fue 10 °C más alta que la media del período 1981-2010. El día 4 de julio se registraron nuevos récords de temperatura en Alaska, donde se alcanzaron 90 °F (32 °C). El calor propició que se desencadenasen en el estado numerosos incendios, entre los que destacan los que se produjeron a lo largo del río Yukón y del círculo polar ártico. En el Canadá, los descomunales incendios forestales que estallaron cerca de Ontario están produciendo grandes cantidades de partículas en suspensión, lo que afecta a la calidad del aire. La ola de calor de finales de junio en Europa también provocó incendios forestales en varios países, incluidos Alemania, Grecia y España.

El CAMS, coordinado por el Centro Europeo de Predicción Meteorológica a Medio Plazo (CEPMMP) en nombre de la Unión Europea (UE), tiene por objeto vigilar los incendios y estimar la cantidad de contaminantes que emiten, e incorpora a su Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS) las observaciones de incendios forestales de los instrumentos MODIS de los satélites Terra y Aqua de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA).

Nube de humo procedente de incendios forestales captada desde Anchorage, Alaska
Nube de humo procedente de incendios forestales captada desde Anchorage, Alaska (Lance King / AFP)

Según los datos del Sistema Mundial de Asimilación de Datos sobre Incendios (GFAS) del Servicio de Vigilancia de la Atmósfera del programa Copernicus (CAMS), los incendios que han azotado Siberia recientemente son un fenómeno “sin precedentes” en el mes de junio en los últimos 17 años. El GFAS agrupa las observaciones relativas a la energía radiativa de incendios efectuadas a través de sensores en satélites para establecer estimaciones diarias de las emisiones derivadas de la combustión de biomasa. Este proceso forma parte de las mediciones detalladas efectuadas por numerosas estaciones del Programa de Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG). Las mediciones del programa son fundamentales para los pronósticos, la investigación sobre la composición de la atmósfera y el establecimiento de sistemas de alerta.

El día 4 de julio se registraron nuevos récords de temperatura en Alaska, donde se alcanzaron 80 °F (32 °C). El calor propició que se desencadenasen en el estado numerosos incendios, entre los que destacan los que se produjeron a lo largo del río Yukón y del círculo polar ártico. En el Canadá, los descomunales incendios forestales que estallaron cerca de Ontario están produciendo grandes cantidades de partículas en suspensión, lo que afecta a la calidad del aire. La ola de calor de finales de junio en Europa también provocó incendios forestales en varios países, incluidos Alemania, Grecia y España.

El cambio climático

El hemisferio norte se está calentando más rápido que el resto del planeta. Ese calor seca los bosques e incrementa el riesgo de incendio. Según un estudio reciente, los bosques boreales de la Tierra se están quemando a un ritmo sin precedentes desde hace al menos 10 000 años.

Los incendios forestales también emiten dióxido de carbono a la atmósfera, lo que contribuye al aumento del calentamiento global. Por ejemplo, los megaincendios de 2014 en el Canadá quemaron más de 2,8 millones de hectáreas de bosques, con la consiguiente emisión de más de 103 millones de toneladas de carbono a la atmósfera. Según un estudio de laAdministración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos (NASA), esta cifra corresponde a la mitad de la cantidad total de carbono que suelen absorber los árboles y las plantas del país a lo largo de un año.

Fuego cerca de Anchorage, Alaska, el 2 de julio
Fuego cerca de Anchorage, Alaska, el 2 de julio (Loren Holmes / AP)

El inmaculado medioambiente ártico, que es particularmente sensible y frágil, experimenta un calentamiento más rápido que la mayoría de las regiones. Pueden depositarse partículas de humo sobre la nieve y el hielo, que absorben la luz solar que, en otras circunstancias, se reflejaría. Como resultado, se acelera el calentamiento en la región ártica. Los incendios en esa región también incrementan el riesgo de un mayor deshielo del permafrost, lo que libera metano, otro gas de efecto invernadero.

Más datos en el Alaska Wildland Fire Information

VAN

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