Caos en el arranque de la campaña britanica,Johnson con banderita y silbato

Boris Johnson llevó ayer una banderita y un silbato al palacio de Buckingham. La reina agitó la primera y sopló en el segundo como haciendo el saque de honor de las elecciones, y lo que ocurrió fue el caos y el desconcierto en el primer día oficial de campaña británica. Los caballos favoritos se asustaron, tropezaron y cayeron al suelo. El Mercedes de Hamilton (los conservadores) colisionó con el Ferrari de Vettel (los laboristas), dando pie a que el Red Bull de Verstappen (los liberales demócratas) soñara el sueño imposible de ganar la carrera.

“Los acontecimientos, querido amigo, los acontecimientos”, dijo el ex primer ministro Harold Macmillan una vez que le preguntaron cuál era el factor decisivo de unas elecciones. Y lo son más aún si cabe en un contexto tan convulso y vitriólico como el del Brexit, el populismo de nuevo cuño, la globalización y las consecuencias de la austeridad, con un montón de indecisos y por lo menos la mitad del electorado sin lealtad al que sería su partido y dispuesto a probar fortuna con otro.

ABURRIMIENTO

El electorado está harto del Brexit y los ‘tories’ llevan ya nueve años en el poder

Acontecimientos del día 1: dimite el ministro de Asuntos Galeses, Alun Cairns, por su conocimiento del papel de un antiguo ayudante en el sabotaje de un juicio por violación; el líder de los Comunes, el euroescéptico Jacob Rees-Mogg, pide perdón por haber insultado a las víctimas del incendio de la torre Grenfell diciendo que deberían haber tenido el sentido común de abandonar el edificio en vez de quedarse en él como recomendaron los bomberos; críticas al Gobierno por congelar la publicación de un informe del comité parlamentario de Seguridad e Inteligencia sobre la interferencia rusa en el referéndum del Brexit y la última campaña electoral; preguntas sobre la relación entre Putin y Dominic Cummings, el principal asesor de Johnson, ya que pasó en Moscú tres años sobre los que se sabe muy poco.

El inefable Johnson celebró el inicio de la campaña comparando a su rival Corbyn con Stalin (responsable de la tortura, deportación y ejecución de millones de personas), que es algo así como si los líderes de la derecha alemana, española o italiana (derecha pura y simple, ni siquiera ultraderecha, porque el Labour no es extrema izquierda) fueran comparados con Hitler, Franco o Mussolini. Pero la ponderación nunca ha sido la mejor cualidad del premier británico, y en su columna periódica en The Daily Telegraph acusa al líder del Labour de perseguir a los multimillonarios con un placer y un odio no visto desde que el dictador soviético la tomó con los terratenientes de la Rusia zarista.

PRECEDENTES

Nunca ha ganado el partido con el líder más impopular y visto como menos fiable

La tónica de la campaña electoral con la línea de meta el 12 de diciembre está más clara que el agua. La promesa de Johnson es cerrar el Brexit y dedicarse a resolver los demás problemas del país; la de Corbyn es negociar un Brexit mejor y más blando, someterlo a un segundo referéndum y dedicarse también a resolver los problemas del país; la de los liberales demócratas es revocar el Brexit; la de los nacionalistas escoceses, arrancar otro referéndum; la de los Verdes, invertir cien millones de euros al año para aliviar la crisis medioambiental, y la de Nigel Farage, conseguir un Brexit “auténtico”, más duro.

¿Quién prevalecerá? Los algoritmos están de moda, y en el algoritmo electoral británico hay que introducir varios factores. De los tres últimos comicios, sólo en uno ha salido mayoría absoluta (la de Cameron), y las coaliciones parecen cada vez más inevitables; después de diez años en el poder los votantes suelen cansarse del partido que gobierna, y los tories llevan ya nueve; Johnson va a perder escaños en Escocia ante en el SNP y en el sur de Inglaterra ante los liberales, pero puede prevalecer en territorios históricamente laboristas de Gales, las Midlands y el norte, con mayorías leave ; el tema central va a ser el Brexit, pero no el único; el voto táctico será decisivo; el electorado está aburrido y ha perdido toda fe en los políticos; el partido que tiene el líder más popular y el programa económico percibido como más sensato gana siempre; también se puede ganar sólo con el líder más carismático (como Blair a Major) o con el manifiesto más aceptado (como Thatcher a Callaghan), pero nunca con ambos factores en contra. Corbyn tiene que escalar el Everest por la cara norte, en pleno invierno, sin sherpas y sin bombonas de oxígeno.

Pero el líder laborista no tiene que ganar, le basta empatar. Es casi seguro que Johnson obtendrá más votos y escaños , pero sin una mayoría absoluta no va a ninguna parte, porque nadie se va a aliar con él para implementar el Brexit. A todo esto, los votantes se sienten arrastrados como hojas otoñales por los vientos caprichosos del destino.

VAN

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