Los hombres deben vivir la ternura.

Por: Fernando Espinosa Rúa

El machismo es una palabra difícil de definir, pero si le preguntamos a cualquier mujer, tendría varias definiciones con respecto a lo que han vivido. Muchas de ellas, justifican a los hombres diciendo que tiene el carácter fuerte, es brusco, ha tenido una infancia difícil o bien es muy exigente.

El machismo es una forma de relacionarnos, por lo cual, en una sociedad machista, todos tendemos a reproducirlo y por lo tanto, todos somos víctimas de este. De este modo, el hombre día con día debe demostrar que lo es, no solo en casa, sino también en la calle, en el trabajo, en lo político y en cualquier otro ámbito de la vida.

Desde tempranas edades a los varones se les comienzan a reprimir sus emociones, con frases que seguramente habrás dicho, simplemente porque las has escuchado, tales como, “los niños no lloran” “las niñas son las lloronas, ¿eres niña?” “estas haciendo a un niño faldero”, y en numerosas acciones se percibe que entre hombres no se abrazan, ni se tocan, existe un miedo terrible a volver a los hijos “maricones”, que no permiten que demuestren ternura, ese ámbito es reservado para las mujeres. Se permite expresar el amor, pero no las caricias, ni palabras de amor, ya que pueden ser cursis, incluso a algunos hombres les cuesta trabajo besar.

A cierta edad los niños empiezan a alejarse de los abrazos o gestos tiernos de la madre o otras mujeres, ya que eso es todavía sentirse bebes. Por otro lado, los padres van retirando los apapachos a los hijos, pero no a las hijas ya que para ellas eso parece ser apropiado. Sin embargo, continua en el imaginario, el temor a que sus hijos sean afeminados, si su padre les da muestras de cariño. Es por eso que los hombres tienen ese rechazo a la ternura, por homofobia. Recibir y prodigar ternura es acercarse peligrosamente a la homosexualidad, considerada equivocadamente como una feminización del hombre.

Como a los niños se les impide expresar ternura, cariño, tristeza o dolor, así como mostrar actitudes de humanidad, se les deja solamente la alternativa de manifestar la ira, la agresividad, la audacia y también el placer, como muestras de masculinidad ideal, es así como se empieza a construir al “macho” castrado de su sensibilidad y en buena parte de su amor y con un comportamiento caricaturesco en su agresividad.

Es típico ver a los chicos adolescentes mostrarse violentos entre ellos, cada vez que pasan cerca de un camarada, lo tocan o le pegan, o tienden agredir de diferentes modos, bajarle los pantalones, por ejemplo. Siempre deben de mostrar un toque de agresividad para no verse vulnerables o ser avergonzados ante sus compañeros.

El amor debe ser viril, fuerte, pasional, puede ser violento, posesivo y celoso, pero nunca sentimental o tierno para los hombres. Mientras que a la mujer se le educa en el amor romántico. La forma de expresar el deseo sexual en el hombre es abierto y directo, en cambio en la mujer lo expresa a través de sentimientos y fantasías románticas, adoptando una actitud infantil. Ellos lo expresan de manera explícita y grafica mientras que ellas suelen hacerlo con pudor, demostrando su ternura más de tipo maternal.

Esto afecta en la relación de pareja, pues al no saber cómo expresarla en la sexualidad, la muestran en el ejercicio del poder y dominio terminando en maltrato, hasta en el grado de ser violento.

En la pareja, cuando encontramos un hombre con capacidad de expresar sus afectos, se presenta a una mujer que se lo impide o le reprueba a que lo haga. Es decir, estamos tan inmersos en un concepto de hombre que cuando este no está cumpliendo esa condición se le recrimina.

Intrínseco a la ternura es el respeto. Aparece cuando existe un reconocimiento de la libertad del otro. No hay necesidad de posesión, sino una aceptación total de la otra persona y su circunstancia viéndola más allá de las etiquetas profesionales, culturales, económicas, raciales y religiosas.

Un ligero roce de la yema de los dedos en la mejilla, un beso suave, una mirada, unos dedos entrelazados…pueden quedarse en una escurridiza sensación que se diluye en la inmensidad del tiempo, a la vez que se convierte en un consuelo de por vida con tan solo evocar de nuevo ese encuentro de almas, esa caricia que desde la piel ha impregnado todo nuestro interior.

A veces uno toma conciencia de su falta de ternura cuando se reencuentra con su calor y se da cuenta de lo mucho que necesitaba ese abrazo.

Es un alto precio que se tiene que pagar no permitirse manifestarla, entender que la ternura es un afecto positivo y hasta necesario que enriquece las relaciones interpersonales

Se puede empezar con algunas de estas ideas para cultivar la ternura, como el acariciar, que es una de las grandes formas de expresarla, con un lenguaje no verbal, utilizamos el tacto, el suave contacto con la piel del otro, por encima de los prejuicios.

El mirar a los ojos en silencio, con la intención de percibir al otro más allá de lo aparente. Dejar aflorar ese niño que hemos ocultado para sobrevivir en un mundo de adultos. Abrazar la vulnerabilidad de los enfermos o ancianos reconociendo en ellos la propia fragilidad. Emocionarse con la belleza del arte, en todas sus expresiones, como la música, el cine, teatro, danza, poesía. Una parte de la ternura tiene que ver con el cuidado, tanto de los hijos, como de nuestra pareja, ¿Cómo los procuras cuando enferman?

Los hombres debemos darnos permiso de vivir la ternura, lo que implica sembrarla y cultivarla.

Cada hombre tiene la capacidad de decidir si está de acuerdo con los patrones de conducta impuestos, o bien, prefiere vivir su masculinidad de manera diferente; de tal manera que no hay una, sino muchas masculinidades.

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