Disturbios. Saqueos. Actos desafiantes de… ¿Colgar acebo? Cuando los puritanos del Parlamento prohibieron la Navidad, estallaron revueltas en toda Inglaterra.
El día de Navidad de 1647 estalló un motín en Canterbury, ciudad situada a 100 km al sureste de Londres, Inglaterra. ¿El motivo? El alcalde William Bridge había ordenado el arresto del dueño de una tienda e intentó darle una paliza, todo por cerrar su tienda en Navidad.
Una multitud de curiosos se negó a quedarse de brazos cruzados. Atacaron a Bridge y empezaron a amotinarse. Rompieron los escaparates de las tiendas que habían permanecido abiertas, las saquearon y rápidamente se hicieron con el control de Canterbury. Incluso capturaron el polvorín de la ciudad, donde se almacenaba la pólvora. Uno de sus actos menos violentos: colgar acebo por toda la ciudad.
La revuelta navideña de Canterbury fue una batalla de la guerra contra la Navidad que se libró en la Inglaterra del siglo XVII, y los cristianos fueron los que la protagonizaron.
La época en que fue ilegal celebrar la Navidad
Los puritanos no eran los únicos descontentos con Carlos I, que se creía divinamente designado para gobernar. El rey insistía en que su autoridad estaba por encima de la del Parlamento, lo que le provocó enemigos en ese órgano legislativo.
Las tensiones entre la Corona y el Parlamento desembocaron en una guerra civil en 1642. Los monárquicos tomaron las armas en defensa de Carlos; los parlamentarios formaron su propio ejército. En 1645, los parlamentarios se habían impuesto y ahora eran ellos, y no el rey, quienes gobernaban gran parte de Inglaterra.
Los puritanos del Parlamento utilizaron su autoridad para lanzar un ataque a gran escala contra la Navidad. Entre sus objetivos: garantizar que no se celebraran servicios religiosos en Navidad y que el 25 de diciembre fuera día laborable.
Cerrar las iglesias en Navidad resultó ser la medida más sencilla. En 1645, el Parlamento publicó el Directorio para el Culto Público, un nuevo texto que excluía la Navidad como fiesta que requería servicios religiosos.
Dos años más tarde, el Parlamento dio un paso más al prohibir todas y cada una de las celebraciones navideñas. El Parlamento incluso desplegó a sus soldados para derribar las decoraciones navideñas erigidas de forma desafiante y disolver los servicios clandestinos.
El renacimiento de la Navidad
El rey Carlos II restauró algo más que la monarquía. Reabrió los teatros, reavivó la cultura cortesana y resucitó la Navidad en 1660 con tradiciones familiares como adornar las iglesias con acebo. También volvieron los juegos, banquetes, bailes y apuestas navideñas, especialmente en la corte real.
El célebre cronista de la vida del siglo XVII Samuel Pepys incluso señaló el regreso de la Navidad en su famoso diario. En 1660 celebró la fiesta yendo a la iglesia dos veces ese día, una por la mañana y otra por la tarde, después de comer cordero y pollo. Aunque Pepys encontraba “aburrido” el sermón vespertino y lamentaba que “me hiciera dormir”, estaba claro que las viejas costumbres habían vuelto para quedarse.
La prohibición del Parlamento no consiguió arrancar el espíritu navideño del corazón de los ingleses. Pero hizo algo más: subrayó el hecho de que la Navidad lleva mucho tiempo en el punto de mira de la política.
Con información National Geographic
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