¡Si aún no se canza el ganzo, yo ya lo hice!
Por: José Luis Solís Barragán
Medir la eficiencia y eficacia de un Gobierno no es un tema sencillo, y evidentemente, el hacerlo en un plazo de treinta y seis días, no representa una opción viable para cualquier estudioso de la administración pública; sin embargo, en este arranque gubernamental se vislumbran destellos que no son nada alentadores para el Estado mexicano.
Tenemos un Gobierno que muestra su ignorancia en muchos pasos que va dando; los caprichos del Titular del Poder Ejecutivo han costado mucho al país, pero sobre todo, se sustentan en castillos en el aire; pero quizás lo más grave son los múltiples ataques que ha sufrido la democracia en los últimos meses.
Andrés Manuel López Obrador fluctúa en un discurso que no queda en ningún momento definido; critica sobremanera el modelo neoliberal, pero “defiende” la autonomía del Banco de México, el cual es un postulado principal de ese modelo económico; se define como Juarista, pero en eventos públicos gusta hablar de principios religiosos; habla de cero tolerancia a la corrupción, pero no queda claro cuál es su patrimonio y el origen del mismo; impone la “austeridad republicana”, pero destina parte del erario al pago de la cancelación del NAICM, como monumento a su capricho personal; exige tolerancia, mesura y respeto, pero sin escrúpulos, señala y criminaliza a quienes critican a su Gobierno.
Nadie niega el respaldo social con el que cuenta el mandatario mexicano; es claro que su legitimidad se basa en el hartazgo general a un sistema político que tiene la corrupción ligada hasta la médula, o de un modelo económico que tiene sumido a casi el 50% de la población en condiciones de pobreza; pero esos treinta millones de votos, no son para aplastar a la democracia, son para que se comprometa de verdad en implementar los cambios que tanto nos prometió.
La cuarta transformación, no me queda claro en que momento inició o si apenas calienta motores para arrancar; pero algo debemos tener por certero, la transformación en ningún momento podrá ser encabezado por un Gobierno ocurrente e improvisado; las decisiones de Gobierno no se toman al calor de una conferencia de prensa matutina o ante los afectos de los abrazos de los usuarios de los aeropuertos nacionales; las decisiones de Gobierno se toman con datos duros y con la frialdad de buscar en muchas ocasiones lo menos dañino para el Estado.
El discurso de austeridad republicana, es sin duda muy rentable en términos políticos, pero su Gobierno es ignorante al comprometer el servicio público ante la ausencia de personal, ya que la gran mayoría de los servidores públicos se encuentran contratados por honorarios; es muy cómodo decir a los cuatro vientos que cancelan el seguro de gastos médicos mayores, pero ¿En verdad van a atender a un policía herido en un enfrentamiento en el ISSSTE?
Con estas decisiones, Andrés Manuel empezará por destruir paulatinamente las instituciones; la pequeña burocracia profesionalizada no tendrá razones para continuar profesionalizándose, es decir, empezará una fuga fuerte de personal al sector privado, y el sector público se llenará de improvisados.
La caída de incentivos en el sector público será un aliciente para la corrupción; y ante un Presidente que ofrece impunidad al por mayor, la corrupción podrá desbordarse a niveles sin precedentes.
Es claro que la base social que apoya a MORENA, no piensa en ese sentido; al contrario, justifican sus decisiones y prefieren señalar que los del PRIAN robaban más, pero ¿En verdad creen que los trabajadores despedidos del SAT, cuyos ingresos eran inferiores a los veinte mil pesos mensuales, eran el cáncer en la institución recaudadora?
Este Gobierno santifica personajes históricos, sin embargo no nos señala en qué faceta de esas personas, quieren transpolar a López Obrador. Es decir, que nos precisen si van a imitar a Benito Juárez en la firma del Tratado McLane-Ocampo, o en la ideología plasmada en su frase célebre: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la Ley a secas”; porque si vamos para allá es claro que sí habrá personas por encima de la Ley, contrario a lo que nos prometieron en campaña.
Nadie puede negar que los contratos del Aeropuerto se encontraban bajo una fuerte sospecha de corrupción, sobre todo, considerando que el sexenio anterior no se caracterizó por su honestidad. Pero hay una gran diferencia entre el inició de un proceso de fiscalización y deslindamiento de responsabilidades administrativas por actos de corrupción, y tirar a la basura millones de pesos simplemente porque el Presidente no está de acuerdo con la obra.
Hoy Andrés Manuel López Obrador se ha convertido en todo aquello que criticó con tanta devoción; se transformó en la antítesis de lo que por años dijo comulgar; ataca de manera sutil la libertad de expresión; incrementa a manera desmedida el gasto de propaganda gubernamental, concentra en exceso el poder; desestima las cifras que por años usó para criticar al PRI; en resumen, se transfiguró en el PRIAN, pero con un alto grado de legitimidad.
Este país no puede regirse por una voluntad sin contrapesos del Presidente; no podemos tirar por la borda todas las luchas democráticas que surgieron desde la derecha y la izquierda mexicana.
No es tolerable regresar a un sistema presidencialista que pone en el centro del país a un Ejecutivo sin límites reales; que sujeta a todos los órganos del Estado por considerarse a sí mismo “el Jefe de las Instituciones”.
Como sociedad estamos obligados a evitar a toda costa la polarización; la oposición debe impedir la radicalización de las imposturas políticas, porque con los destellos que nos deja ver el nuevo Gobierno, lo que puede suceder es que la democracia se consuma a sí misma y con ello, el fin de la aspiración de Francisco I. Madero, Manuel J. Clouthier, Heriberto Castillo y muchos más.
Sólo puedo decir que es claro que muchos mexicanos, entre los que me incluyo, estamos ya cansados de un Gobierno intolerante, sordo y mudo; ignorante e improvisado, pero sobre todo, tan antidemocrático como el del propio Porfirio Díaz, o el de los años del PRI de Luis Echeverría.
Rumbo a la elección de 1988 Maquío señaló: “la cosa no es cambiar de amo, sino dejar de ser perros”; hoy parece que la ansiada Cuarta Transformación no se traducirá en cambios de fondo en el sistema político, económico y social del país; simplemente Andrés Manuel nos encamina a sepultar al PRIAN, para que ahora los amos sean emanados de MORENA.
Todo apunta que esta Cuarta Transformación, será un proceso más de gatopardismo; es decir, vamos a cambiar todo, para que nada cambie. –
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