Adultos revelan la verdad oculta sobre la enfermedad venosa

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Adultos viven con insuficiencia venosa sin saberlo y miles desarrollan complicaciones graves sin recibir atención oportuna.

Los adultos enfrentan una realidad silenciosa que avanza sin hacer ruido, pero que deja huellas profundas en el cuerpo y en la vida diaria. Un estudio internacional realizado en Europa, Latinoamérica y Asia, con más de 90 mil pacientes, reveló que 84 por ciento de la población evaluada presenta algún grado de enfermedad venosa crónica, una condición que avanza lentamente y que suele detectarse cuando los daños ya son visibles y dolorosos.

La cifra resulta todavía más contundente cuando se observa por género. La enfermera María Fernanda Morales explicó que 77 por ciento de las mujeres y 57 por ciento de los hombres presentan algún nivel de insuficiencia venosa crónica. Además, dos de cada 10 personas con várices desarrollarán una úlcera venosa abierta en las piernas como consecuencia de una circulación sanguínea deficiente.

El avance silencioso de una enfermedad subestimada

Adultos viven durante años con molestias que parecen normales: cansancio, dolor o pesadez en las piernas. Con el paso del tiempo, estos síntomas se incrementan sin que exista una conciencia clara de que se trata de una enfermedad progresiva y potencialmente incapacitante.

La edad es uno de los principales factores de riesgo. Al superar los 65 años, la probabilidad de desarrollar insuficiencia venosa crónica se triplica, lo que explica por qué es considerada una de las condiciones más frecuentes en la población de mayor edad.

El sedentarismo también juega un papel clave. Permanecer sentado o de pie por periodos prolongados, sumado a la falta de actividad física, reduce el retorno venoso, lo que favorece la acumulación de sangre en las extremidades inferiores y acelera el daño de las válvulas venosas.

Factores que elevan el riesgo

adultos no solo enfrentan el paso del tiempo. Existen múltiples factores que aumentan las probabilidades de desarrollar esta enfermedad: la obesidad, el embarazo, los cambios hormonales, la herencia genética, los traumatismos, así como el uso continuo de ropa ajustada y tacones altos.

Cada uno de estos factores ejerce presión directa sobre el sistema circulatorio. Cuando varios de ellos se combinan en una misma persona, el riesgo se incrementa de forma exponencial, incluso a edades tempranas.

Síntomas que no deben ignorarse

adultos suelen normalizar señales de alerta que en realidad reflejan un problema circulatorio avanzado. Entre los síntomas más frecuentes se encuentran el dolor persistente en las piernas, la sensación de quemazón, comezón, calambres nocturnos, adormecimiento, cansancio extremo y una sensación constante de pesadez.

A esto se suman los cambios en la coloración de la piel, la hinchazón progresiva y, en casos más graves, la aparición de heridas abiertas que tardan meses o incluso años en cicatrizar.

Las etapas de la insuficiencia venosa

adultos atraviesan diferentes fases dentro de esta enfermedad. Se estima que 80 por ciento se encuentra en el primer estadio, donde aparecen telangiectasias o arañitas vasculares. Aunque parecen inofensivas, son el primer aviso visible de un sistema venoso que comienza a fallar.

Solo entre uno y dos por ciento de los pacientes con insuficiencia venosa crónica llega a desarrollar una úlcera venosa, pero cuando ocurre, las consecuencias son profundas tanto a nivel físico como emocional.

El impacto emocional de vivir con la enfermedad

adultos no solo sufren los efectos físicos de esta condición. El impacto emocional es igual de profundo. Las personas que padecen insuficiencia venosa crónica presentan alteraciones del sueño, frustración, vergüenza e incluso aislamiento social.

Los tratamientos visibles, como vendajes y medias de compresión, generan estigmas que afectan la autoestima. El hormigueo nocturno, la pesadez constante y los calambres interrumpen el descanso, lo que deteriora la productividad, el estado de ánimo y la salud mental.

La falsa creencia de que no hay solución

adultos muchas veces creen que la única opción es resignarse al dolor. Existe la idea errónea de que las várices y la insuficiencia venosa son simplemente parte del envejecimiento y que no existe una intervención real que marque diferencia.

Sin embargo, esta percepción ha sido desmentida por especialistas que subrayan la importancia del diagnóstico temprano y el uso de terapias adecuadas para frenar el avance de la enfermedad.

La terapia de compresión como herramienta clave

adultos encuentran en las medias de compresión uno de los tratamientos más efectivos. Este tipo de terapia mejora el retorno venoso, reduce la inflamación, disminuye el dolor y previene la formación de úlceras y trombosis.

Su uso constante permite recuperar calidad de vida, movilidad y descanso reparador. Además, disminuye de forma significativa el deterioro progresivo de las venas, evitando complicaciones mayores.

Enfermedad venosa y calidad de vida

adultos con insuficiencia venosa crónica enfrentan limitaciones físicas que afectan su día a día. Subir escaleras, permanecer de pie, caminar por periodos prolongados o incluso dormir se convierten en desafíos constantes.

La reducción de la movilidad impacta el entorno laboral, familiar y social, generando un círculo de sedentarismo que agrava aún más la enfermedad.

Un problema de salud pública poco visibilizado

adultos representan uno de los grupos más afectados por esta condición, lo que convierte a la insuficiencia venosa crónica en un problema de salud pública que requiere mayor atención médica, campañas de prevención y detección oportuna.

El aumento en la esperanza de vida a nivel mundial hace prever que esta enfermedad continuará creciendo si no se implementan estrategias de control y educación para la población.

Prevención desde la vida cotidiana

adultos pueden reducir el riesgo con acciones sencillas pero constantes: caminar diariamente, evitar permanecer inmóviles durante muchas horas, mantener un peso saludable, usar ropa cómoda y evitar el uso excesivo de tacones.

También se recomienda elevar las piernas al final del día, mantener una hidratación adecuada y acudir a revisión médica ante los primeros síntomas.

La importancia del diagnóstico temprano

adultos que reciben atención oportuna pueden evitar complicaciones irreversibles. Detectar a tiempo la insuficiencia venosa permite frenar su progresión, reducir el dolor y preservar la movilidad.

Las revisiones clínicas, el ultrasonido Doppler venoso y la valoración especializada son herramientas clave para confirmar el diagnóstico y establecer el tratamiento adecuado.

Una realidad que exige mayor conciencia social

adultos viven con esta enfermedad sin saberlo, caminando todos los días con dolor, inflamación e incomodidad sin asociar estos síntomas con una patología real. La falta de información retrasa la atención médica y normaliza un padecimiento que sí tiene tratamiento.

La visibilización de esta condición es fundamental para reducir su impacto a largo plazo en los sistemas de salud y en la calidad de vida de millones de personas.

El reto de atender una enfermedad crónica

adultos requieren acompañamiento médico constante, educación para el autocuidado y acceso a tratamientos eficaces. La insuficiencia venosa crónica no se cura, pero sí puede controlarse de manera efectiva cuando se aplican las medidas adecuadas.

Con una intervención correcta, cientos de miles de personas pueden recuperar la movilidad, reducir el dolor y prevenir complicaciones graves.

Con información de La Verdad Noticias.

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