Con una pequeña ayuda de mis amigos.
Por Fernando Espinosa Rúa.
“…la amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; porque éstos quieren el bien el uno del otro en cuanto son buenos, y son buenos en sí mismos; y los que quieren el bien de sus amigos por causa de éstos, son los mejores amigos…”
Aristóteles
Hace tiempo estuvo circulando por las redes sociales un video donde Arnold Schwarzenegger declaró que él llegó a ser lo que es gracias a las personas que lo ayudaron desde sus inicios, que nadie puede hacer las cosas por sí mismo, que siempre se necesitará la ayuda de los demás. Al mismo tiempo, las películas de Hollywood nos han hecho creer que él es una persona que puede hacer todo por sí sólo, ser un súper héroe, y muchos piensan que logró su carrera sin necesitar a nadie, pero el protagonista de tantas zagas nos dice que, si bien es posible tener una determinación, sin el apoyo de los demás no lo hubiese logrado.
Esta idea hollywoodense ha querido transmitir la idea del “self made man”, el hombre que se hace así mismo, término acuñado en EEUU para referirse a los emprendedores que consiguen destacar empezando desde cero y que aún bajo circunstancias poco prometedoras se las arreglan para convertirse en grandes triunfadores. Y para reforzar la idea, ponen de ejemplo a personajes de la historia como Henry Ford y Benjamín Franklin, entre otros.
Existe la tendencia filosófica del individualismo que defiende la supremacía de los derechos individuales frente a los derechos de la sociedad. Y puede verse también como una posición moral o política, según la cual aquellas personas buscarán satisfacer sus propios objetivos con autosuficiencia e independencia, cuestiones que vienen reforzadas por el gran desarrollo de los electrodomésticos y productos de “hágalo Ud. mismo”, y conforme a ello, no se necesita de la ayuda de otros para sobrevivir. En algunos casos puede llegar a ser vista como una tendencia egoísta, que soslaya la falta de solidaridad y compañerismo y promueve la búsqueda del propio beneficio. Suele decirse que los individualistas piensan solo en sí mismos y no tienen compasión por el resto de la gente, incluso por su propia familia. Algunos ejemplos en los que se utiliza esta forma de entender el concepto de individuo son: “no puedo creer que seas tan individualista y que ya hayas gastado nuestros ahorros en algo que sólo te gusta a ti”, “es un jugador muy habilidoso, pero demasiado individualista”.
Con la creación de las factorías se destruyó el cooperativismo que se llevaba en el feudalismo y se vio remplazada por el triunfo del principio de la propiedad privada individualizada. También, el consumo y la reproducción de la fuerza de trabajo son procesos que se dan en el seno de la intimidad de la casa familiar, y se genera desconfianza y recelo respecto del ámbito social y comunitario. En materia de identidad, el capitalismo triunfa cuando se subrayan las diferencias entre las personas, el sentido de ser “único”, “uno mismo” y “auténtico” lleva un segregacionismo y clasismo bastante marcados, y ello se manifiesta en cosas tan inocentes como los gustos musicales, en lugar de reconocer la riqueza de la diversidad y a los “otros”, muchas veces estas distinciones son más imaginarias que reales pero sirven de forma muy efectiva para confinar a cada quien en el estamento social del cual no debe salir y no cuestionar el orden social.
En medio de estas condiciones se presentó la idea de la lucha por la supervivencia del más fuerte y apto, supuesto que fue reforzado por las teorías evolucionistas. Desde las ciencias naturales se planteó que todo es competencia y supremacía, sea esta por
territorio, por la comida o por el sexo, siendo la intención de sobrevivir a toda costa con la finalidad de afirmarse a sí mismo, a su verdad o a su fe y tratar de imponerla a otros. Con este nuevo sistema, la economía se rige por la ley del máximo beneficio y el culto al dinero, que constituyen un terreno abonado para que en las relaciones entre los individuos florezcan el espíritu de posesión, el egoísmo, la manipulación, la hipocresía, el cinismo y el individualismo exacerbado. Cada uno intenta conseguir a toda costa el éxito personal, se plantea la idea del hombre que se construye a sí mismo, por lo cual se supone que no se necesita de otros, salvo para ser servirse de ellos, estas ideas se pueden apreciar en “El Príncipe” de Maquiavelo. Estas ideas también pueden derivar en conductas patológicas por el miedo a la “multitud”, recuerdo la escena de un hombre en sus treinta, que histérico subía y bajaba sus brazos extendidos y entrelazados, al tiempo que profería “no tolero subirme al metro, necesito mi propio espacio vital”.
En este sentido, Alejandra Kolontay menciona, “en la sociedad burguesa, edificada sobre los principios de individualismo, concurrencia desenfrenada y emulación, ya no queda lugar para la amistad considerada como factor social”. La sociedad capitalista considera la amistad como manifestación del “sentimentalismo”, por lo tanto, como una debilidad del espíritu completamente inútil y hasta perjudicial para la realización de las tareas de clase burguesas. La amistad sincera en esta sociedad queda convertida en un motivo de burlas, en cambio nos imponen los ideales del “amor romántico”, como constructo irracional para justificar las pasiones más violentas y absurdas que nos hacen sentir que somos “especiales” para alguien y que casualmente no necesitamos a nadie más y nos queremos aislar de todos para vivir idilios tóxicos.
¿Qué pensarías si nos cambiaran la idea y que el motor de la evolución es el mutualismo y no la competencia entre especies como postula el neodarwinismo?, ¿Qué pensarías si la ideas fueran inspiradas por el hecho científico de que estamos formados por comunidades de células auto organizadas que se han asociado gracias a la simbiosis de diferentes bacterias y que, sin ese apoyo mutuo, ni tu ni yo existiríamos? El darvinismo social sigue dándose en la forma con que el Estado y las empresas quieren moldearnos pese a la interdependencia que existe naturalmente entre los humanos, por empatía. Se trata de negar que necesitamos de otros para sobrevivir. Un recién nacido no sobreviviría sino fuera por los cuidados que le ofrece un adulto. Necesitamos de otros para que cosechen nuestros alimentos.
Existen sociedades en las cuales lo más importante es la cooperación o el síndrome cultural del colectivismo donde se promueve la interdependencia entre las personas y su grupo, en estas culturas se consideran más importantes las necesidades del grupo que las individuales. “Ubuntu”, es un video donde cuenta que una antropóloga al estar estudiando una comunidad africana quiso hacerles un regalo de despedida, colocando una sesta con frutos y propuso realizar una carrera en la que él que llegara primero podría obtenerla y comerse todos los frutos, para el solo. Para su sorpresa, los niños se tomaron de la mano y corrieron juntos llegaron al objetivo y se repartieron el botín, estallando en un conjunto de risas. Respondieron con “Ubuntu”, que quiere decir “soy quien soy, porque somos todos nosotros” explicaron que como no podría ser que tan solo uno de ellos fuera feliz mientras los demás estuvieran tristes. Ella comprendió que entre ellos jamás habría competencia sino colaboración.
Existe la frase “lo importante no es ganar sino competir”, pero tal pareciera que la sociedad refuerza todo el tiempo que, lo más importante es no sólo ganar sino avasallar, pues se otorgan premios para los ganadores, y siempre está la pregunta en el aire de quién es el mejor, ya sea en lo político, en el arte, en los deportes, buscando siempre a el mejor de todos los tiempos, nunca se plantea que cada artista, cada deportista está
aportando algo para la sociedad y no puede ser comparado con los otros, tampoco se expone la opción de hacer las cosas por placer o bien por conocer cada quien sus propias capacidades.
Por otro lado, Humberto Maturana plantea que “los humanos somos fruto de la cooperación para la conservación, no de la lucha por la supervivencia bioevolutivamente somos porque amamos”, y que, opuesto a ello, la cultura patriarcal, está fundada en la competencia, en la apariencia, en la negación del otro, en la lucha, en la guerra, en la mentira. Es esta fricción la que erosiona a la paz, armonía, fraternidad y justica. Al mismo tiempo, el hecho añorar estos valores y el hecho de que podamos imaginar una sociedad basada en la convivencia fundada en el respeto y en la justicia nos hace querer recuperarlos. El gran error que se comete es pretender que coincidan o coexistan, ya que son condiciones culturales que se niegan mutuamente.
Algunos preferimos quedarnos con la canción “Imagine” de John Lennon y proclamar “me puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único, espero que algún día te nos unas y el mundo vivirá como uno”.
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