Por Fernando Espinosa Rúa.
Llorar no remedia nada, demuestra tu educación riéndote con discreción, el que se enoja pierde, los hombres no lloran, las personas sensibles son débiles, debes de ser fuerte, ¿Por qué chillas?, son frases que seguramente las habrás escuchado en repetidas ocasiones, e incluso las hemos repetido. Muchas de las veces cuando alguien está triste, tratamos de orillarlo a sonreír, comentando, “no me gusta que estés triste “. Así mismo, en muchas ocasiones evitamos que la gente llore, que se enoje, se ponga triste, incluso, suele pasar que alguien está muy alegre se le cataloga como “locura”.
Vivimos en una sociedad que nos llenan de analgésicos mentales, es decir, en un mundo en el que siempre tenemos que estar contentos o felices, donde la alegría debe ser la emoción dominante, donde el sufrimiento, la tristeza, el dolor, son elementos mal vistos, sentimientos que no se deben permitir y por lo mismo, buscar el modo de salir rápido de esto, ya sea con calmantes, pastillas etc. A quien que está pasando por un duelo, le dan pastillas para que no lo sufra, cuando es necesario vivirlo intensamente. Para algunos les duele o les atormenta más el no poder vivir una vida perfecta.
Con el desarrollo de la sociedad y en especial a partir del desarrollo industrial, la humanidad y el individuo sufren cambios por todo el reacomodo de la nueva forma de producción. Y la propiedad privada no fue solo extendida a objetos exclusivamente, sino que se amplió a seres humanos. A este respecto, Heller señala que “el hombre privado une en sí mismo ambos mundos:< propietarios de bienes y personas y al mismo tiempo hombres con hombres, burgués y hombre>, esa doble estructura del dominio privado es la que reproduce una y otra vez la relación del burgués con dos aproximaciones contradictorias a los sentimientos. La primera es la producción de la llamada <interioridad>, el cultivo del mundo de los sentimientos: la otra es el rechazo de la emocionalidad como algo manido e irracional, en nombre de la mente concretamente dada abstrae de la emocionalidad y la sentencia”.
De esta forma, la familia se convirtió en un núcleo cerrado para los sentimientos, esto es, lo que sucedía en la familia no debía de salir de ella, pero a la vez se tenía que mostrar ante la sociedad que en ella todo estaba en orden y reinaba la felicidad. Heller menciona que la vida conflictiva se niega y se considera negativa. “el mundo burgués de los sentimientos está en marcha, se descubre a sí mismo y descubre su tarea –bien a nivel mundial, o en el modelar una vida cotidiana agradable-. Es por eso por lo que en ese estadio los conceptos emocionales están tan desprovistos de problemas y son tan numerosos”.
La visión judío-cristiana que reprime las emociones nos ha dado la clasificación de que estas son buenas o malas, de reprimir los sentimientos pues estos tienen que ver con el erotismo donde nos tenemos que sentir intensamente a nosotros mismos. En realidad, estas no pueden ser clasificadas en buenas o malas, ya que no se pueden juzgar en términos morales, lo que sí se puede calificar de moral o inmoral es lo que hacemos con lo que sentimos, la responsabilidad está en lo que hacemos, no en lo que sentimos.
Una de las funciones más importantes es que fluyen en la percepción de nuestro ambiente. La realidad se construye a partir de quien las evalúa; cada individuo percibe el medio en función de sus propios intereses, conocimientos y experiencias.
Las emociones influyen en la personalidad de cada persona porque estamos sumergidos en un estado emocional durante todo el día, es por eso que las emociones condicionan nuestra conducta y una alteración de éstas, facilita la aparición de problemas. Nuestras emociones son responsabilidad de cada uno de nosotros, pero es muy común que depositemos la culpa en el otro de lo que sentimos, ya que pensamos que son los demás los que deben proporcionarnos no sólo bienestar y satisfacción sino también los culpables de nuestros estados de ánimo.
Por ejemplo, Ira o rabia: encargada de defender nuestra propiedad y a nuestros seres queridos. La ira entra en escena cuando vulneran nuestros límites, cuando “nos sacan de nuestras casillas”. También es la responsable de actuar cuando algo es injusto. En definitiva, es el defensor de la integridad y la coherencia.
La definición de emoción es de energía en movimiento, por lo cual es muy importante dejar que fluya, permitiendo, llorar, reír, enojarnos, porque esto permitirá al cuerpo regresar al equilibrio. Por desgracia, desde tempranas edades aprendemos a
· Bloquear la emoción.
· Desconectarnos de las sensaciones corporales.
· Negar los sentimientos.
· Reprimir la acción o expresión de estos, para ser amados o aceptados.
¿Pero porque nos piden que no lloremos? Tal vez porque la emociones son contagiosas, porque si vemos a alguien riendo nos dan ganas de hacer lo mismo. Al igual con el llanto, al ver las lágrimas de otros nos conmueve, nos asusta y a veces no sabemos qué hacer. Cuando alguien dice: no vale llorar por eso, cualquiera pensaría ¡cómo puedes sentir mi dolor! Lo que a ti te duele no necesariamente le puede doler a otros, pero lo que si se está haciendo es devaluar los sentimientos de otros y lo menos que necesita otra persona que se siente triste o con miedo, es sentirse devaluada.
“Llorar no va a solucionar nada”. Sí, tal vez llorar no me regrese aquello perdido, tampoco va a hacer que resuelva los problemas económicos (o cualquier otro que me esté angustiando, doliendo o preocupando); sin embargo, no llorar tampoco soluciona nada. Y si bien, derramar las lágrimas no soluciona el problema per se, sí tiene la función de descargar la tensión emocional. Recordemos que somos como una olla exprés: si mantenemos por mucho tiempo la carga emocional, habrá algún momento en que “explotemos” y nuestro cuerpo, nuestras relaciones o nuestra mente saldrán dañados; sin embargo, si tenemos una válvula de escape como sería llorar, podremos manejar de mejor forma dicha tensión emocional.
“Los hombres no lloran”. Probablemente la peor de todas las frases mencionadas por varias razones: promueve la desigualdad entre géneros; ensalza estereotipos que no son ciertos; la intención con la que se utiliza esta frase es decir que los hombres no deben ser débiles, por lo que se utiliza la palabra “llanto” como sinónimo de debilidad, incapacidad y feminidad (todo con connotación negativa).
Las frases anteriores no son más que una forma de tratar acallar la expresión del sentimiento que tenemos (llámese tristeza, enojo, miedo, alegría, etc. porque efectivamente, no sólo se llora de tristeza) y casi siempre son utilizadas por personas a las que se les dificulta lidiar con las propias emociones.
Llorar no es malo, todo lo contrario. Si no lloras cuando lo sientes, enfermas. Cierto, llorar no te va a devolver al ser amado, pero te va a ayudar a sentir y elaborar esa pérdida, y a estar sano física y mentalmente. Pero ten en consideración que llorar o estar muy triste no es sinónimo de depresión.
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