Las protestas colapsan el centro de Barcelona en una demostración de fuerza antes de enfilar hacia el aeropuerto de El Prat

“Sempre en peu i en pau (Siempre de pie y en paz)”, rezaba el anverso de una de las tantas pegatinas que portaban los miles y miles de personas que respondieron a la convocatoria de Tsunami Democràtic en el centro de Barcelona. Tenía que ser una manifestación de las que marcan época, aunque condicionada por tratarse de un día laboral, pero acabó siendo la gran concentración a modo de ritual de una nueva fase de las protestas, la de la desobediencia civil, para reactivar el ‘procés’ de la independencia.

La plaza de Catalunya estaba a punto de llenarse cuando las gargantas del enfado empezaron a gritar: “Tothom a l’aeroport, tothom a l’aeroport” (Todos al aeropuerto). Y la muchedumbre enseguida comenzó a formar grupos y a decidir en corrillos cuál era la mejor manera de llegar a las terminales aéreas de El Prat. Había miles de pegatinas que incitaban a desfilar hacia el aeropuerto, lo que significa que muchos de los concentrados sabían que no iban a una manifestación y conocían de antemano el primer objetivo de la campaña de desobediencia civil como respuesta a las penas de entre nueve y trece años de cárcel para los líderes sociales y políticos del procés.

Concentración ritual

La plaza de Catalunya estaba a punto de llenarse cuando las gargantas del enfado empezaron a gritar: “Tothom a l’aeroport, tothom a l’aeroport”

“És al carrer on el poble de defensa” (“El pueblo se defiende en la calle”), gritaban un grupito de estudiantes, que eran mayoría en la plaza. Varias columnas de alumnos universitarios y de instituto marcharon en señal de protesta desde diferentes puntos hasta colapsar las principales calles del centro de Barcelona y converger en la plaza de Catalunya, epicentro de la convocatoria de Tsunami Democràtic.

Si los independentistas catalanes fueron llamados a movilizarse en las urnas el 1 de octubre de 2017, dos años y dos semanas después han sido convocados a canalizar su indignación en las calles, pero con la novedad de las acciones sorpresa, anunciadas debidamente a su tiempo a través de Telegram y otras redes sociales. En el ambiente se notaba más la excitación ante lo desconocido que un ambiente caldeado de insurrección.

“¿Qué haremos en el aeropuerto? Ya nos lo dirán. Veremos una vez estemos allí, lo importante es ir”, contesta malhumorada una mujer en un grupito que porta banderas de Òmnium Cultural. “En vista de cómo están las cosas, mejor no hablar con nadie”, insiste la mujer. Todos son sospechosos, incluso los periodistas, en esta fase de desobediencia.

Marea hacia El Prat

No hay cánticos, ni mosaicos ni discursos. Pero sí indignación a raudales

Otro de los carteles que sujetan en las manos los activistas dice: “Contra la sentencia, reincidència”. Un señor pasea con una pegatina de “ni oblit ni perdó” (“Ni olvido ni perdón”) enganchada en el pecho. Pero no se escuchan consignas por la “amnistía” como ha reclamado el president de la Generalitat, Quim Torra, que ha calificado la sentencia de “venganza”.

La marea que pretende provocar la plataforma del Tsunami Democràtic se va descomponiendo en olas que enfilan hacia el aeropuerto de El Prat en metro, tren o por carretera, o incluso a pie, como sea para zafarse del dispositivo de seguridad que se ha montado desde el anuncio público del objetivo. En la plaza de la muchedumbre se va dispersando también. No hay cánticos, ni mosaicos ni discursos. Pero sí indignación a raudales.

La marcha hacia la plaza de Catalunya obligó a cerrar las principales vías del centro de Barcelona
La marcha hacia la plaza de Catalunya obligó a cerrar las principales vías del centro de Barcelona (RAFAEL MARCHANTE / Reuters)

Las principales vías del centro de Barcelona, como la Gran Via, el Passeig de Gràcia, la Via Laietana o la calle Aragó han sido cerradas al tránsito, bajo la supervisión de agentes de la Guardia Urbana. No se ve Policía Nacional. Es un día especial, aunque hasta las próximas horas no se sabrá hacia donde vira ni qué comporta. Es demasiado pronto.

Lo singular del día, un laborable con agitación callejera, se palpa en la Rambla de Catalunya también. Las terrazas están llenas de turistas ajenos a la movilización. En cambio, Francesc se ha plantado solo con una pancarta de “Llibertat Presos Polítics” frente a la puerta de las oficinas de Vicepresidencia y la conselleria d’Economia, allá donde el 20 de septiembre del 2017 se produjo una protesta que según el auto del Supremo fue una de las dos jornadas donde pudo acreditarse violencia en el procès. Dice Francesc que estaba en la plaza de Catalunya y que quería volver al lugar donde empezó todo, a rendir homenaje a Jordi Sànchez y Jordi Cuixart. Está solo, ni siquiera la seguridad de la conselleria se inmuta. Sin policías. “Pero no sé si me acabarán echando a golpes”, titubea.

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