Por : Fernando Espinosa Rúa
La mayoría de las personas los hemos sentido y se han considerado como comunes y naturales, siempre y cuando éstos cuadren dentro de cierta medida y no falten al respeto, sin embargo, los celos tienden a presentarse en forma exagerada y llevar a cometer acciones violentas, contrarias al amor y a una sana vida en común.
Los celos enfermizos y posesivos son el argumento ideal y pasional de la violencia en la pareja y hasta suelen ser justificados socialmente. Mucho se ha dicho que el fondo de los celos es la inseguridad de quien los sufre y el miedo de perder el amor, pero esto no se agota en una situación meramente sentimental, ya que cuando una relación está gobernada por esta aprensión, se torna en una relación de poder, en la que una o las dos partes luchan por tomar el control del cuerpo, la mente y el alma del otro(a).
Es necesario subrayar la irracionalidad que entrañan los comportamientos de los celosos enfermizos y de los argumentos encubridores que usan para legitimar su conducta, pues quien los padece puede no ser plenamente consciente de los motivos de su actuación, ni del perjuicio que acarrea en otros, para sí mismo y en la relación.
Cantaba José José: “Cuando vayas conmigo no mires a nadie, que tú sabes que yo no consiento un desaire, que me sienta muy mal que tu vuelvas la cara, cuando tienes al lado a quien tanto te ama, cuando vayas conmigo no mires a nadie, que alborotas los celos que tengo del aire, que me sienta fatal cuando alguien que pasa, por un solo momento distrae tu mirada”.
De esta forma, tanto en canciones o telenovelas, y entre otros medios, los celos enfermizos son normalizados, lo cual de por sí resulta bastante ruin. No obstante, si ponemos más atención podemos comprobar que es mucho más recurrente que estas expresiones hablen de los celos que siente un hombre hacia una mujer, como una manera de culpabilizarlas y perpetuar esta idea en la cultura. Sin duda es algo que se viene arrastrando desde Eva, porque a las mujeres se les califica de tentadoras, provocadoras, mientras que eso no sucede para el hombre.
Los celos suelen presentarse cuando sentimos amenazada nuestra relación con otra persona, la cual puede ser de amistad, amor, de pareja, familiar, laboral o cualquier otro vinculo, que percibimos que puede quebrantarse o incluso terminar. Desde muy temprana edad son externados y tienen que ver con un acto totalmente egoísta.
Según los estudiosos han distinguido tres tipos de celos. En primer lugar, los preventivos o de sospecha, que tienen la función de anticiparse ante la posibilidad de que la pareja sea infiel. En segundo lugar, los reactivos también llamados provocados o emocionales, que son la respuesta emocional negativa al involucramiento de uno de los miembros en una relación con otra persona. Finalmente, los ansiosos identificados como celos neuróticos o cognitivos, según los cuales, el (la) celoso(a) genera imágenes de su pareja que se involucra con alguien.
Sin embargo, en el caso del hombre macho, estos tienen que ver además con un fuerte sentido de posesión, el suponer que las otras personas le pertenecen, en especial la pareja y los hijos, y estos son un medio de control, además, de ser una extrema absorción del uno con el otro. Existe la premisa de que se puede disponer de la voluntad de los demás sin ninguna reserva, es decir, se supone que es un estado deseable, aceptado con gusto por aquellos en los que recae y hasta una manera de hacer sentir elevada valía.
Dentro de esa posesividad, el hombre machista tiende a hacer prohibiciones a su pareja. Por miedo a perderla no le permite ver a sus amistades o familia, abundan frases como
“Tengo que cuidarte porque te amo”. De esta manera, se tiende a controlar todos sus movimientos, saber dónde está y con quién. Se llega a revisar el celular bajo el pretexto de ver si sus amigos no se están “propasando” con ella, pero él se negará a que le revisen el suyo, bajo el supuesto de que “yo no tengo nada que esconder”, al final de cuentas es para “protegerla”. La finalidad de estos celos es siempre tener el mando de la situación, mantener la subordinación.
“Que no llegue tarde a casa, porque tú vas a venir, que no llame nunca a nadie, me quieres solo para ti y criticas mis amigos y mi manera de vestir, ya no sé qué hacer para verte feliz. Que no vaya muy pintada, me controlas la mirada y me ves como una niña, no me dejas ser mujer y yo sé que es lo que tienes, son los celos nada más, que rara es tu forma de amar” entonaba Sonia Rivas.
La fórmula “peculiar forma de amar” hace ver como admisible la conducta de un machista, bajo la idea de un amor romántico, la cuestión es que, si la pareja no muestra celos, entonces no hay un verdadero amor. De esta manera, el hombre que no finge por lo menos sentirlos, y no se comporta lastimosamente como si en verdad los sintiese, es desdeñado e insultado.
La triste realidad es que muchos hombres han asesinado, escandalizado y destruido sus hogares porque la sociedad y su educación conspiraron para conducirlos a esa conducta tan desdichada. La moral celosa no es considerada igual entre las diferentes clases sociales, ciudades, niveles culturales y educativos, contextos religiosos, rango de edades, sin embargo, un común denominador es que detona violencia física, sicológica y patrimonial, envilece la condición humana y acaba por abatir la confianza y la decisión de estar juntos.
Como en el caso de la obra de Otelo de William Shakespeare, donde Yago empieza a insinuarle que Desdémona le es infiel con Casio. Y entre él y su mujer hacen evidente la infidelidad de Desdémona ante los ojos de Otelo. Convencido de que su esposa le es infiel, Otelo la mata estrangulándola.
Efectivamente, los celos afectan la relación de pareja y paulatinamente van alterando la autoestima de ambos, al tener cada vez menos identificación y forma de cumplir las expectativas mutuas, ya que al asociarse con la angustia, a menudo desembocan en enojo contenido, expresado en violencia y si dura lo suficiente, depresión y pocas ganas de vivir. También, cada pequeño incidente se hace más grande de lo que es, por la suspicacia, malos entendidos e interpretaciones que no se hablan ni se resuelven con consenso.
Se llega a pensar que los celos como cualquier sentimiento podrían ser buenos sí logramos comprenderlos y controlarlos para motivar el mejoramiento de las relaciones, lamentablemente en el mundo machista tienden al lado opuesto, generando violencia contra las mujeres.