Por: Daniel Rangel
Hace casi un mes se celebró la marcha del orgullo LGBT en la CDMX y con ello, gran contenido compartido en las redes sociales; naturalmente, por un lado gente que compartió publicaciones con las que apoyan y promueven este movimiento, y por el otro, gente que compartió contenido que discrepa con esta ideología.
Mucha gente no acepta la filosofía del movimiento LGBT, pero hoy yo quiero hablar específicamente de los cristianos, es decir, de cualquier seguidor de Cristo sin importar la corriente que profesen. Obviamente me refiero a aquellos que marcan su postura explícitamente contra la ideología LGBT.
Por esos días vi distintas publicaciones con comentarios alusivos al tema LGBT de parte de gente cristiana que me parecieron impertinentes. En ellas informaban su postura de distintas maneras: insinuando que es una ideología con prácticas incorrectas o erróneas; pidiendo respeto hacia las creencias y símbolos representativos del cristianismo de una forma que incita a la contienda; otros más se atrevieron a exponer razones con las que condenaban las diversas prácticas de la sexualidad.
Por el lado opuesto, la comunidad LGBT también tiene cola que le pisen: En Twitter las interminables mofas e insultos; mancillamiento de símbolos cristianos mezclándolos con el homosexualismo o la lujuria; gente que ha injuriado contra Dios en redes sociales, etc.
Personas de ambos grupos que adoptan actitudes ridículas causando rencillas, unos ofendiendo y/o procurando impedir el derecho de la expresión sobre la sexualidad, y otros ofendiendo al atentar contra símbolos considerados como sagrados. Ambos justificarán diciendo que únicamente piden respeto, que solo se defienden, pero lo hacen de una manera primitiva perdiendo el raciocinio y el sentido del respeto. En ambos casos dejan en el limbo las implicaciones de sus actos sin considerar lo representativo que son las creencias.
¿QUÉ SON LAS CREENCIAS?
Son ideas (correctas o incorrectas, falsas o verdaderas) adquiridas y desarrolladas con las que sentamos las bases sobre las que vemos el mundo y nos relacionamos en él. Gracias a ellas conformamos nuestros valores y nuestros principios, los cuales orientan nuestro comportamiento.
Por ejemplo, cuando niños, nos enseñaron que no debíamos dejar que nadie tocara nuestros genitales. Esa información se volvió lo suficientemente importante para convertirlo en un principio, de manera que adecuaríamos nuestro comportamiento para no atentar contra este sagrado pilar que nos enseñaron nuestros padres. Siendo un principio personal, sería una falta de respeto para nosotros mismos permitir que alguien llegara y nos toqueteara sin nuestro consentimiento.
¿QUÉ IMPORTANCIA TIENEN NUESTRAS CREENCIAS EN LA DEFENSA DE LAS IDEOLOGÍAS?
Toda creencia que fundamenta nuestras costumbres, ideologías, comportamientos, y es cuestionada y aun objeto de escarnecimiento, despierta el lado más agresivo de nuestro ser con
justa razón. Es una sensación de profanar las reliquias de nuestro ser y saltamos con las garras a defenderlas.
Hay creencias que cimientan nuestro ser, por ello nuestro sobresalto cuando sentimos que son ofendidas.
Hay creencias que están tan arraigadas y son tan profundas que pueden ir incluso contra la lógica o contra la comprobación de ellas y aun así nos aferramos a defenderlas y seguir creyendo en ellas.
Por ejemplo, una mujer de 27 años que se ensañe en decir que está gorda cuando la báscula marca 31 kg. Es imposible que esté gorda con ese peso, pero ella se afanará en creer que los demás le dicen que está muy delgada para procurar hacerla sentir bien.
Qué tal los temas de estas creencias sobre los que se podría hacer un debate interesante entre cristianos y gente LGBT:
· La existencia de Dios.
· La posibilidad de los milagros.
· Si Dios ama al hombre, ¿ama también a la gente LGBT?
· La homosexualidad y su base genética.
· “Amor es amor”.
Definitivamente yo estaría como Michael Jackson en aquel meme donde come palomitas mientras disfruta la función.
No hay ningún problema al cotejar creencias que se rechazan por ser distintas a las propias, el problema es cuando un tonto está dispuesto a provocar al otro a causa de sus creencias y cuando otro tonto responde ante la provocación.
CONSIDERA…
Si eres cristiano:
Bástate en tu relación personal con Dios. Tenemos derecho al libre albedrío, pero ninguna potestad para condenar a nadie por sus decisiones con su sexualidad.
«Pero yo tengo derecho a la libertad de expresión, Daniel». Por supuesto que lo tienes, pero ejércelo con prudencia no ofendiendo ni incitando a la disputa por un absurdo. Hay formas de externar la opinión sin llevarse a la gente entre las patas.
De acuerdo al cristianismo, Dios juzgará y condenará al final de los tiempos, deja que él se encargue de eso, no le ayudes.
Si eres LGBT:
Bien puedes creer o no en Dios, puedes incluso burlarte de él o de la cultura religiosa, pero las consecuencias serán inevitables con quien se sienta ofendido y tome acciones al respecto; la percepción humana es vulnerable a sesgos y por uno que lo haga, la cobrarán los demás.
El respeto empieza con una pregunta: ¿podría X ocasionar alguna ofensa? Si no sabes responder esta pregunta, entonces no lo hagas y/o digas y así asegurarás el respeto.
Ci vediamo!
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