Por:Daniel Rangel
El incidente de Will Smith, Chris Rock y Jada Smith durante los Oscar trajo algo muy interesante, ya que tuvo que ocurrir en ese tiempo, en ese lugar y con esas personas para que el tema estuviera en el ojo de todos los críticos y expectantes, y además se usara para concientizar.
Me refiero a hacer bromas sobre la apariencia de alguien. Es increíble cómo siempre ha existido, pero apenas hasta la semana pasada tuvo la atención mundial en tan solo unas horas.
¿ALGO QUE YA SABÍAMOS?
Desde niño recuerdo que ya oía que burlarse de alguien por su apariencia era malo porque podíamos hacerlo sentir mal y, quizá, hasta llorar. La muchedumbre lo ha aprendido; lo sabemos porque cuando vemos a alguien con una apariencia llamativa, la mayoría nos abstenemos de hacer comentarios burlones o criticones para no herir al otro.
Sin embargo, durante la adolescencia este valor se mantiene, aunque no con la misma firmeza, pues es cuando las burlas y ofensas son el pan diario. Por ejemplo, los apodos, que recalcan las características más criticables de una persona.
Después la mente madura, y entiende el impacto y la trascendencia de las palabras y las acciones, aunque no es de sorprender que hay adultos que lo hacen en determinados círculos sociales, pues esa es su forma de socializar, inmadura, a través de la deshonra y la carrilla para no ser comido por los otros lobos.
SENSIBILIDAD: HABILIDAD QUE VARIOS CARECEN
Cuando era un jovencillo era el Juan el bautista de los apodos, me burlaba de la gente por alguna característica física y de sus looks raros, a todo aquel que percibía de apariencia chistosa le ponía sin falta un apodo, aunque ellos nunca se enteraban.
Luego entré a la Facultad de Psicología y empecé a tener otras apreciaciones, conocí mejor las implicaciones de las palabras y hasta dónde podían llegar. Entonces fui dejando de burlarme, poner apodos y criticar para mal a la gente.
La falta de sensibilidad es tan peligroso como llevar un látigo por lengua, porque en cuanto se habla se golpea y hiere al otro con palabras imprudentes. Es como la miopía: se aprecia a corto alcance, pero sin poder ver más lejos. Así el pensamiento, solo llega hasta un: «no fui grosero ni lo insulté», sin llegar a un: «¿qué podrá pensar y sentir si le digo esto?».
SUTILEZAS QUE “DAN RISA”, PERO QUE TAMBIÉN JODEN
La imprudencia está a la orden del día en la boca de multitudes, incluso sin la intención de ofender se llegan a hacer comentarios inapropiados que dañan gente por años. El caso de Chris Rock a Jada Smith es un claro ejemplo: tal vez no intentó ofenderla, pero su chistecito importunó y tuvo consecuencias adversas.
A continuación leerás algunos ejemplos cotidianos que parecen inocentes, pero que en silencio pueden joder. A alguien…
· subido de peso: “¡cuántos kilos sin vernos!”, “ya te pusiste más cachetón”, “deberías hacer más ejercicio”, “ya tienes una pancita”.
· Sin cabello: “tan melenudo que estabas y mira…”, “¿en dónde empieza tu frente y en dónde el cuero cabelludo?”.
· De tez oscura: “negrito sandía”, “eres de tez humilde”.
· Delgado: “estás parado de manos”, “brazos de espagueti”, “hay que comer más”, “estás más plana que una pared”
· De poca barba: “tienes barba de chino… aquí chi, aquí no”
· Que tiene dedos chatos: “tienes dedos de salchicha”.
INFRAVALORACIÓN MÁS ABAJO QUE EL SUELO
Un problema muy recurrente en consulta es el disgusto con la apariencia, acompañado de inseguridad y una autoestima de gelatina, porque en algún punto alguien les hizo comentarios inapropiados directos o indirectos que han sido reforzados y que han provocado una alteración en la autopercepción de su imagen personal, y con ello, la infravaloración de su ser.
Por eso hay quien teme sonreír, para no recibir más comentarios de sus dientes; quien no se quita el calzado o la playera en la playa; quien siente ansiedad por tomarse fotos; quien recurre a las cirugías plásticas; entre otras, por el malestar mental y afectivo con el que han lidiado.
Ese es el alcance que tiene abrir la bocota para decir cualquier burrada sobre la apariencia de alguien, aunque no se haga con la intención de herir. Recordemos que no podemos controlar lo que el otro piensa, por ello es mejor abstenerse.
NUNCA FALTA EL «BUEN SAMARITANO»
También hay quien se envuelve en un manto para «ser buena persona» y hacer comentarios con la intención de ayudarle a los demás a mejorar su apariencia, que aunque pudiera parecer una buena obra, también conlleva un costo que el otro quién sabe si está dispuesto a pagar, pero que el «buen samaritano» le quiere enjaretar, desconociendo si aquel estaba listo para el balonazo, porque sí: hay momentos y formas para hacerlo menos traumático; ¡no jodás!, diría Jaricho.
La ventaja de hablar es que las palabras no arruinan la estética, pero desgarran lo más profundo de una persona. No se ve a simple vista, así que solo lo sabe quien lo padece y otros cuantos más. Es como una enfermedad que magulla y debilita el interior, y después se nota en la carcasa.
ANTICÍPATE A INFERIR
Hablar de la imagen es un tema muy delicado. Quien es incomodado y lastimado tal vez no diga nada, incluso tal vez ría, pero por dentro se siembra (o se refuerza) la idea que contamina la percepción de sí mismo, y por ende sentir inseguridad y hacerse chiquito en los lugares donde se suele desenvolver.
Por ello, es bueno anticiparse a pensar si aquello que se dirá puede ser inapropiado.
Y si tienes ganas de expresar tu opinión sobre la imagen de alguien, puedes decir lo que te gusta de ella. Yo me voy, y ahí nos leemos.
Ci vediamo
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