Por: Fernando Espinosa Rúa
La preocupación es un estado de alerta, el cual propone a ocuparse con antelación de algo, es decir, es de carácter anticipatorio, nos avisa y nos ayuda a prevenir, eso le confiere un valor funcional importante, por que nuestro sistema nervioso se activa y facilita la capacidad de respuesta. Se puede considerar como un mecanismo de adaptación que permite la supervivencia y que tiene su base en algo que puede solucionarse o resolverse. Sin embargo, en la actualidad, este sentimiento esta mas vinculado a generar zozobra o nerviosismo. Surge cuando sentimos dudas sobre el futuro, llegando a ser una cadena de pensamientos que no llegan a una conclusión, ya que a veces sobre una duda surge otra y otra.
Algunas preocupaciones se pueden considerar como menores, es decir, que pronto se quedan atrás. Como cuando nos inquietamos por llegar a un evento, cuando estamos esperando que gane nuestro equipo o competidor favorito.
Existen otras que requieren mayor desgaste de energía y atención, pero que pueden ayudar a generar una respuesta, por ejemplo: “me quede sin empleo y empiezo a buscar”, “acudo al médico porque me he sentido mal y empiezo a ocuparme de mi”.
En cambio, hay otras que persisten en el tiempo y llegan a derivar en trastornos como ansiedad o depresión. Es ésta donde está más asociada al miedo, parte de una idea “irracional”, pero que nuestro cerebro se encarga de hacerlo pasar por muy racional, donde toda la información negativa que hemos escuchado, visto u oído se acomoda en nuestros pensamientos, y que suele degenerar la inquietud y la angustia, propiciando en algunas personas que se ocupen en cuestiones sin solución, estas preocupaciones son aquellas donde se dice que se piensa mucho y se hace poco. La persona imagina distintos escenarios creyendo que se prepara para lo peor, pero mientras deja de ocuparse en su presente y de tomar decisiones necesarias para afrontar la situación que si tiene en sus manos. Generalmente se preocupa por cosas que no están bajo su control, es decir, que no dependen de uno, pero se bloquea y se vuelve inoperante.
En alguna van acompañadas con la idea de “y si”, y si llego tarde y no me atiende el medico”, “ahora me siento bien, y ¿si empeoro’” , “y si mi hija se embaraza”, y si me quedo sin casa”, y si “no soy una buena madre o padre”, “y si me asaltan”.
Vivimos con un perceptible nivel de incertidumbre, que cada vez menos podremos saber con el cien por ciento de seguridad que va a pasar en el futuro, o saber que piensan los otros de uno mismo. Simplemente en los últimos años han pasado cosas inimaginables.
Si hiciéramos una lista de preocupaciones, de seguro aparecerían las siguientes: mis hijos, mi familia, mi casa, mi salud, el trabajo, la muerte. Todo el mundo se preocupa de sus hijos, no sería un buen padre o madre si no me preocupara por ellos, ¿seré una buena madre, esposa, hija? ¿estaré haciendo bien las cosas? Nos agobia lo que piensan los demás de mi o bien , de que no me quieran.
Detrás de la preocupación esta la inseguridad y el miedo, pero, como no sabemos aceptar lo que sentimos le ponemos un sin numero de nombres y eufemismos como, “estoy estresado”, “mi pareja no me comprende”, “estoy nervioso”, “qué van hacer mis hijos”, “no sé si mi cliente se interese en mi propuesta” entre muchos.
Es masalarmante cuando es pensada hacia otros, como cuando vemos que nuestros hijos no estudian, se la pasan en la calle, que se fueron a un evento y simplemente no llegan a la hora esperada a casa, ¿ les habrá pasado algo?. Y es que la sociedad y el aislamiento promueve la preocupación y la culpa, bajo la falacia de equiparar a ambas con el amor, – Si quieres a alguien, debes preocuparte por él o ella-, Frases como: “por supuesto que estoy preocupado por el o ella; es natural cuando quieres a alguien” o “no puedo dejar de preocuparme porque te quiero”, ¿así pruebas tu amor preocupándote lo suficiente? Aunque en realidad no tiene nada que ver con el amor.
La culpabilidad y la preocupación son quizá las dos formas más comunes de angustia en nuestra cultura, éstas pueden ser consideradas como dos extremos en una línea, donde el presente se encuentra en medio, la culpa se sitúa en el pasado, mientras que la otra se plantea a futuro. Tanto la una como la otra pueden llegar a ser sentimientos inútiles, ya que pueden ser grandes despilfarros de energía y atención.
Con la culpa desaprovechas tus momentos presentes al estar inmovilizado por causa de tu comportamiento pasado, mientras que la preocupación es el mecanismo que te mantiene inmovilizado por algo que esta en el futuro y que no sabes si pasará o no, además, es algo sobre lo que no se tiene ningún control, ambas tienen el mismo propósito inútil de mantenerte inquieto o inmóvil , sobre todo porque repites situaciones pasadas en tu mente para intentar cambiar o corregir lo sucedido, elucubrar en dónde estuvo la falla, imaginas eventos o situaciones futuras, por ejemplo: No puedes esperar a que te respondan un mensaje y llamas para que te den una respuesta. Antes de salir empiezas a cuestionar el plan y dudas en hacerlo, piensas en escenarios catastróficos o bien planificas todo al detalle para tratar de minimizar errores, al final quieres controlar todo y te sientes mal si los eventos no salen como tu quieres.
El mundo esta poblado por personas que se sienten pésimamente por algo que no deberían de haber hecho o se asumen asustados y consternados por cosas que pueden llegar a pasar. Todo esta relacionado con la importancia que le des a los problemas.
¡No hay de que preocuparse! ¡Absolutamente de nada! Puedes pasarte el resto de tu vida preocupado por el futuro y por mucho que te preocupes, no cambiarás nada.
¿Cuántas cosas que te preocupaban la semana pasada, el año pasado, o hace 3 años, no han sucedido? La preocupación nunca cura nada, pero te roba la vida.
No te obsesiones si algo tiene que pasar, sucederá. Si alguien te tiene que buscar, te encontrará, céntrate en estar en calma. Dedícale tiempo a tus sensaciones, cuanta más atención les des, más las entenderás y mejor sabrás cuestionarlas y gestionar las emociones y las reacciones que generan.
No confundas la preocupación con hacer planes para el futuro con falsas expectativas y la actividad del momento presente pues, puede contribuir a que ese futuro sea mejor. Piensa que no es buena señal cuando ésta sólo te inmoviliza o bien te orilla a pensar que tu problema no tiene solución, que no depende de lo que hagas, sino que la respuesta depende de otros. Recuerda que gran parte de tu preocupación se refiere a cosas sobre las que no tienes absolutamente ningún control.
Si te preocupa el cambio climático, la polución, la gente desaparecida, o cualquier otro problema social, infórmate de manera seria y sistemática, únete a algún grupo o genera alguna organización de la sociedad civil o genera una para apoyar y hacer algo por estas causas. Recuerda que hay muchas personas interesadas en búsqueda de soluciones de lo que a ti también te inquieta.
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