“El miedo es un dragón que tiene en la espalda un escudo blindado impenetrable. Al miedo se le vence de frente” “El miedo es lo opuesto a la acción: cuando aparece no nos deja actuar, nos paraliza” : Jorge Bucay.
Por: Fernando Espinosa Rúa
Sin duda alguna, nuestras emociones han sido muy importantes para la sobrevivencia, pues nos llevan a reaccionar y a conectarnos con el mundo, lo que nos permite hacer frente a los retos y a las dificultades de la vida y una de ellas es el miedo.
Todo ser humano siente temor en situaciones de riesgo, ya que el temor se encarga de la supervivencia, así de sencillo y de complejo. Decidir cuál es el límite entre lo seguro y el peligro. Ante un estímulo en forma automática se provoca la secreción de adrenalina y de otras hormonas que preparan al organismo para el combate o la huida, al mandar la sangre a los músculos grandes como las piernas. Esta sensación nos sucede ante un peligro real o imaginario. Todos lo experimentamos y si no lo sintiéramos no sobrevivíamos, aunque todos lo percibimos de manera tan diversa.
Se podría pensar que muchos hombres machistas niegan sentir miedo, sin embargo, suele haber mujeres que también lo hacen por las mismas razones que los primeros, el no querer parecer cobardes o sentirse avergonzados, incluso a veces se llegan a severas disputas donde pueden llegar a ser lastimados. El miedo es una reacción adaptativa que nos ayuda a enfrentar cualquier emergencia, pero si este proceso natural es frenado por “los verdaderos hombres que no le temen a nada”, puede suceder que la persona tenga alguna reacción inadecuada, como por ejemplo; algunos hombres expresan enojo cuando en realidad tienen miedo.
Para intentar superar nuestros miedos o no dejar que ellos controlen o condicionen nuestra vida, es importante conocer que le sucede a nuestro organismo cuando este se presenta. El primer impacto que sentimos es el susto, sobresalto o sorpresa. Estamos tranquilos y/o implicados en algo, y de repente se presenta un estímulo inesperado. Como pudiese ser un ruido muy fuerte, nuestro cuerpo se pone en estado de alerta y se encarga de activar el sistema nervioso simpático, en caso de ser algo desagradable lo llamamos susto, en caso contrario lo conocemos como sorpresa.
En este momento, nuestro cerebro se encarga de activar las respuestas físicas de huida o bien para un enfrentamiento físico, pues nuestro corazón bombea más sangre, los músculos se tensan, los pulmones se encargan de dar más oxígeno al cuerpo y el estómago se cierra. Como hay un aumento de adrenalina posibilita que algunas personas actúen de manera más heroica, pero en algunos casos, el miedo nos paraliza y somos incapaces de actuar durante algunos minutos, esta sensación es debida a que el sistema se bloquea y respuesta psicológica impide que se gestione bien los efectos físicos del miedo. Algunos animales se quedan paralizados para parecer muertos y no ser parte de la cadena alimenticia.
Una vez que cesa el estímulo que nos provoca el miedo, nuestro cuerpo se encarga de activar el sistema nervioso parasimpático, que se encarga de devolver a su estado de reposo todo lo que se había activado anteriormente, es decir, relaja nuestros músculos, baja las pulsaciones, hace que el estómago vuelva a funcionar y calma la respiración.
Estamos pasando hacia el temor que es una preventiva para el organismo que nos alerta que algo malo puede pasar. Es cuando estamos frente a un precipicio que nos dice asómate con cuidado. Pero el miedo entra cuando la mente empieza a asociarlo con algún evento pasado, a suponer lo que puede pasar, a relucir nuestra ignorancia, lo que hemos oído o visto, en fin, a producir una sucesión encadenada de pensamientos negativos que pueden llegar a ser altamente dañinos, pues generalmente, tienden a ser expectativas exageradas, es decir, estamos creando en nuestra mente una situación peor de la que existe, nos adelantamos a los acontecimientos, para algunos esto les ayuda a tener una visión más amplia de posibilidades para poder enfrentarlas, pues esta emoción cambia nuestra esfera cognitiva, percibimos el mundo de un modo distinto y experimentamos las sensaciones con mayor intensidad.
Muchas veces el miedo nos impide razonar o actuar, es decir, nos quedamos paralizados y el pensamiento se bloquea y esto nos hace sentir impotentes, sin saber cómo salir de esta emoción. A veces nuestro cuerpo reacciona con taparnos o cerrar los ojos, sabemos que es ridículo, pero es algo que es difícil evitar, pero en algunos casos, esta acción nos protege de ver eventos que se nos queden gravados en la memoria y después nos estén atormentando.
El miedo produce una serie de consecuencias. El proceso mental se inicia sintiendo agobio y malestar, eso nos indica que algo no va bien. Posteriormente, como nuestro cuerpo ha activado partes del cerebro implicadas en este proceso, nos ponemos en estado de alerta y, en algunos casos, actuamos rápido y con una supuesta valentía. Esta reacción es similar al estrés, ya que enfoca nuestra atención a unos pocos estímulos y pone en funcionamiento máximo a nuestra mente. En casos graves puede llegar a inducir una parálisis completa del cuerpo, sudoración fría o regresión a pensamientos de la infancia. Y en casos peores producirse incluso la muerte por paro cardiaco.
Este estado de alerta es el causante de los trastornos del sueño, como el insomnio, en las personas con fobias o ansiedad generalizada. Cuando los procesos mentales dejan de ser adaptativos, es el momento de actuar y de iniciar una terapia psicológica que tenga por objetivo relajar nuestros miedos y calmar la mente.
Cuando el miedo se vuelve una situación incontrolable, se convierte en ansiedad y podemos sufrir una pérdida de autoestima en tanto que nos sentimos incapaces de controlar la situación y, por lo consiguiente, nos sentimos vulnerables. Si vemos que la manera de responder ante un peligro no es eficaz, nos sentiremos mal, e incluso culpables, por no tener una conducta adecuada a la situación, es por eso que muchas personas, en especial, las mujeres que sufren de violencia, no les es fácil salir de su situación.
Además el miedo va aliado con otro de nuestros sentimientos, que es la vergüenza y lo vemos claramente cuando tenemos que hablar en público, donde se asume que se van a cometer errores y que se van a reír de uno. Estas dos emociones puede dan pie a ser un generador de excusas. Estas están en nuestra mente y solo nosotros mismos podremos superarlo, sin embargo, no es fácil, pues esto nos
provoca una retroalimentación que evita que nos deshagamos de esta, fruto muchas veces de nuestras inseguridades.
Se han clasificado un sin número de miedos, como a la soledad, a la enfermedad, a la muerte, al envejecimiento, al fracaso, al sufrimiento, entre otros, muchas mujeres tienen miedo de rol de género, es decir, a dejar de servir como madres o como amas de casa. A considerarse inútiles, puesto que se les ha educado para vivir para los demás. En la actualidad, muchas madres que no pueden dejar a sus hijos ni por unos momentos solos por miedo, entre no poder ser una buena madre, que cuidan y protege tanto a sus hijos que cae en una sobreprotección que es una forma de violencia hacia ellos.
Debemos recordar que el miedo es un sentimiento totalmente natural, ya que hasta los animales lo sienten, y lógico en algunas circunstancias, sentirse culpable ante esta emoción es algo contraproducente e innecesario. En caso de querer mejorar nuestras estrategias de afrontamiento, podemos utilizar la relajación para manejar mejor las situaciones de miedo y ansiedad.
Al final no podemos permitir que los miedos condicionen nuestras vidas, debemos superar algunos y entender que podemos aprender de ellos. No debemos convertir el miedo en nuestro enemigo, pues tan solo nos indica de la existencia de un problema y la posibilidad de resolverlo. Para tratar correctamente esta emoción, es importante prestar atención a nuestro cuerpo y manejar nuestros pensamientos, de este modo evitaremos que se nos desborden y terminen por aparecer efectos físicos y psicológicos incontrolables, como la ansiedad o las fobias.
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