¿Siempre podremos burlar a la autoridad?

¿Siempre podremos burlar a la autoridad?

Por Daniel Rangel

Desde que tengo recuerdos concretos de mí, me he caracterizado por tener cierta rebeldía contra las autoridades. Y antes de que se haga una apología a la desobediencia, permíteme ponerte un par de perspectivas de cuándo es bueno ser rebelde y cuándo no. No puedes ir por la vida sintiéndote un espíritu libre e indomable porque tarde o temprano pagarás las consecuencias.

Desde que nacemos y hasta que morimos estamos sometidos a alguna autoridad: cuando niño, a los papás; cuando entras a la escuela, a tus maestros; cuando trabajas, a tu jefe. Tú dirás “ah, pero yo trabajo por mi cuenta porque no me gusta tener quien me mande”, pero nada más lejos de la realidad, porque en varios lugares de la cotidianidad habrá una autoridad: un policía, un gerente, un médico, etc.

¿Te das cuenta? En diversos ámbitos donde nos desenvolvemos estamos sujetos a una autoridad.

Entonces… ¿Cuándo es bueno ser rebelde?

Si bien es cierto que en nuestro diario vivir estamos rodeados de alguna autoridad y por lo tanto, estamos en sujeción, hay ocasiones que la desobediencia es buena porque te permite salir de la jaula en la que estás y pones a prueba tu capacidad de creatividad y de criterio.

La sujeción es absurda cuando no hay razones que justifiquen un límite (hacerte un daño a ti y a terceros, o impedir tu desarrollo personal, básicamente). Pongamos un ejemplo para que se entienda mejor la rebeldía:

Cuando viajas en carretera, siempre hay límites de velocidad. Algunos de estos límites son ridículos e irrisorios: velocidad máxima de 80 km/h en carreteras rectas sin población cercana, de 2 o 3 carriles por sentido.

Estoy de acuerdo en respetar las leyes, pero cuando éstas parece que las hicieron con los pies, no se pueden tomar en serio. Aquí es cuando se aplica la capacidad de criterio… ¿Puedes manejar a más de 80 km/h sin poner en riesgo tu integridad y la de los demás? Si sí, hazlo.

¿Y cuándo debo aprender a sujetarme?

Tu chiste de creerte chico malo se debe terminar cuando por tus calzones quieres hacer algo que pone en riesgo tu integridad y la de otros.

Frases como “me vale lo que digan los demás” o “yo soy así y no voy a cambiar” en realidad sí te debe de importar porque estás en convivencia con otras personas, no eres un ermitaño que vive en las montañas. Por lo tanto, algunas decisiones que tomes no sólo te pueden afectar a ti, sino que puede haber más gente involucrada.

Pongamos un ejemplo para que quede claro que no te puedes salir con la tuya siempre:

Ronaldinho fue un gran futbolista, llegaba como fichaje estrella en todos los equipos que lo contrataron. Sin embargo, comenzó a ser indisciplinado al irse de fiesta por las noches, lo cual mermaba su capacidad dentro de la cancha; no solo lo afectaba a él, sino también al equipo.

Por muy estrella que fuera Ronaldinho, tenía que apegarse a los códigos de conducta de los equipos, porque en efecto, irse de fiesta afectaba su desempeño y por consiguiente, impactaba directamente en los resultados de los partidos. Nadie está por encima de la institución por muy estrella que sea. No importa tu apellido, tu puesto en el trabajo o cuánto dinero ganas, siempre habrá la posibilidad de enfrentarse a una circunstancia que te hará pagar las consecuencias si te pasas de listo.

Es cierto, a veces es muy fácil burlar a la autoridad, pero no siempre el viento soplará a tu favor y lo más importante y vete con esta enseñanza… ¿Para qué quieres vivir al límite? ¿Para qué quieres ser rebelde? ¿Qué le quieres demostrar a quién

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