Por: Fernando Espinosa Rúa
¿Qué es una buena madre?
Es una pregunta que está en el imaginario social y que no queda muy claro que es, sin embargo, muchas mujeres se lo cuestionan constantemente. Entre los límites de la sobreprotección y de la irresponsabilidad. Sin embargo, los sentimientos de culpa que acompañan el ser una madre; ¡son una locura! “¿Les estoy enseñando las cosas correctas?”,
“¿Mis hijos saben que los quiero?”, “Grité a mis hijos ¿me odiarán para siempre?”, “¿Estoy dando la suficiente atención a mi hijo?”, “¿Estoy dando suficiente atención a mi esposo?”. Y eso no incluye los sentimientos de culpa de una madre que trabaja y tiene que dejar a su hijo todos los días con una niñera o a la guardería o aquella que por otros motivos sale del pais para trabajar y dejarlos con los abuelos. Se desarrollan una serie de sentimientos de culpa como pasar horas sumiéndose en la culpa y la autocompasión.
¡Luego por encima de eso, se tiene amigos y familiares a quienes atender! no sólo son madres, tambien son esposas, hermanas, hijas y tías. Algunas de ellas tienen llamamientos en la iglesia, o están activas en las escuelas de sus hijos. Como mujeres, madres y esposas, satisfacen una gran cantidad de necesidades de las personas y lo hacen de manera desinteresada. ¡De seguro, habrá muchas ocasiones en que han de sentir que han llegado a su límite! Lo mucho que se tiene que sacrificar en el momento que se convierte una en madre. “Me gustaría decir que ha sido uno de mis mayores retos, aprender lo mucho que tengo que sacrificar. ¡Amo a mi familia y amo a mis hijos, y no puedo imaginarme haciendo otra cosa, pero realmente se requiere de más energía de la que puedo controlar algunos días! Cuando era más joven, y estaba involucrada en un deporte que se volvía muy pesado o que ya no me gustaba, tenía la opción de abandonarlo si quería. Si algo era difícil, podía tomar un descanso, volver e intentar otra vez. Con la maternidad, no hay la frase “me rindo”, y no es algo de lo que una se puede apartar. Nos necesitan a cada minuto de cada hora de cada día”…
Con la dictadura de Napoleón, se comienza a concebir al hombre como fuerza de trabajo para generar riquezas para el estado. A este respecto, la filosofa francesa Elizabeth Badinter plantea que el Estado formuló a diversos discursos políticos para coaccionar a las mujeres a modo de que se ocupasen personalmente de sus hijos, entre ellos, las elevo como <responsables de la nación>, porque por una parte la sociedad las necesita y se los dice, y por la otra las llama a sus responsabilidades maternales” así mismo, plantea que el Estado recurrió a diversos discursos políticos para convencerlas que se ocupasen personalmente de sus hijos.
Tardó tiempo para que ellas aceptaran estos alegatos insistentes, pero como emanan de algunos postulados científicos adulterados, a la larga encumbraron la idea de un llamado “instinto maternal” como uno de los imaginarios más poderosos y fanáticos del mundo actual.
Badinter, en su libro “existe el amor maternal” señala el tiempo que tardaron las mujeres en aceptar los discursos insistentes y reiterativos del papel de madre, los alegatos del hombre tuvieron que estar basados en las ciencias naturales. El clero también aporto su granito de arena. Para que las mujeres se hicieran cargo de los niños tuvieron que darle a ella una autoridad, aunque esta solo fuese la del hogar, consagrándola como reina del hogar, se le domino también como compañera ideal y se le adjudico el papel de Santa. Estos títulos la hicieron sentir más libre y con una posición más elevada. La idea principal era mantener unida a la familia para acrecentar la riqueza del estado.
A este respecto Badinter, señala “a fines del siglo XVIII comienza una nueva manera de vivir, que se desarrollará en el curso del siglo XIX. Su eje es <el interior>, que conserva el calor de los vínculos afectivos familiares. La familia moderna se organiza en torno de la madre, que adquiere una importancia que antes no había tenido nunca”. Cuando la mujer se le consigno “el mundo” del hogar, se le despojo de la actividad y de la participación social, de esta forma, se separaron el mundo del hombre y el de la mujer. Aunque a ella se le otorgo la autoridad sobre la casa, esta quizás nunca fue una posición de iguales puesto que en cualquier momento el hombre podría retirarle la autoridad o bien en la toma de decisiones importantes ha sido él quien tiene el dominio, por ejemplo, en la administración.
La maternidad no solo quedo al periodo de gestación, sino que se le otorgaron nuevos deberes, como el amantar y cuidar a sus hijos hasta que estos tuvieran la posibilidad de sobrevivir. Más tarde se le otorgo el papel de educarlos. Badinter señala que las madres burguesas asumieron con entusiasmo esta nueva responsabilidad y se le argumento que por cuestiones naturales eran las personas perfectas para formar al buen ciudadano. La idea principal era que la madre educara a sus hijas y les transmitiera las mismas ideas, para reproducir el modelo de madre. Posteriormente fue llamada para ser “auxiliar de médico en el siglo XVIII; colaboradora del sacerdote y del profesor en el siglo XIX, la madre del siglo XX asumirá una última responsabilidad: el inconsciente y los deseos de su hijo. Gracias al psicoanálisis, la madre ha de ser promovida como la <gran responsable> de la felicidad de su hijo. Misión terrible que termina de definir su función”.
Hay tantos sentimientos dirigidos hacia la madre que para el siglo XX asumirá una última responsabilidad: el inconsciente y los deseos de su hijo. Gracias al psicoanálisis, la madre ha de ser promovida como la <gran responsable> de la felicidad de su hijo. Misión terrible que termina de definir su función”.
El sentimiento de culpabilidad no sólo es capaz de manipular y controlar nuestras acciones y pensamientos, sino que puede lograr que uno vaya en contra de su voluntad. La culpa a veces nos zarandea y domina por completo el pensamiento, hasta destruir cualquier resquicio de tranquilidad interior o hasta hacernos sentir que perdemos la cordura.
En realidad, la maternidad no es ese aspecto romántico que la sociedad ha hecho creer que todas las mujeres deben amar a sus hijos y dar la vida por ellos. El oficio de ser madre es algo que ser ira aprendiendo con el tiempo, por ejemplo; las primerizas cuando el bebe llora tiene que analizar todas las posibles causas del llanto, si tiene hambre, si esta mojado, si tiene frio, momentos en los cuales también quisieran estar llorando juntos, cuando hace algún berrinche de seguro nos saca de nuestras casillas, o estar insistiendo que haga o no haga tal cosa.
Querer defenderlo cuando otros niños lo golpean o un adulto quiere corregirlo, volver a cursar la escuela primaria, hacer la tarea de algo que ya no comprendes o que odiabas de niña. La angustia que se siente cuando se enferman, cuando piensas en su futuro, sintiéndose culpable por hasta por su desarrollo motor, que, si ya lo enseñaste avisar para ir al baño, que es muy chico, que ya debiste haberle enseñado, que debes estar al pendiente de el, pero sin sobreprotegerlo, puedes ser una buena madre, pero siempre serás juzgada por ser una madre descuidada o sobreprotectora, pero al final de todo, generalmente, no quedara desapercibido esa parte amorosa hacia los hijos.