Valorando los cien primeros días
Por:José Luis Solís Barragán
Buenas tardes tengan todos ustedes, nos encontramos transmitiendo desde el estadio olímpico universitario; la carrera del sexenio se encuentra por comenzar.
En la línea de salida, al favorito indiscutible, Andrés Manuel, a un costado el contrincante tricolor, seguido por el azul, amarillo y demás apuntados en este espectáculo.
Arracannnnnnnnn!!!
Andrés Manuel toma la delantera, el público se une en un solo cantico: ES UN HONOR, ESTÁR CON OBRADOR!!!
Y Andrés Manuel, empieza a detener el paso, da la vuelta y se dirige a la meta desde el sentido contrario; los demás competidores regresan por él; todos se encuentran confundidos, ninguno sabe qué hacer, hacia donde correr ahora.
Las autoridades se encuentran desconcertadas; en las gradas el grito es acallado, comienza la trifulca entre “fifís” y “chairos”; Andrés Manuel empieza a dar vueltas en círculos, sus competidores se sientan a esperar a ver qué sucede; y nadie entiende que pasa.
Tan absurda es está pequeña narración, pero así han transcurrido cien días desde que formalmente inició la administración 2018-2024, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, es necesario precisar que hablamos formalmente, ya que, en términos reales, el Presidente empezó a ejercer el poder, al día siguiente de obtener el aplastante triunfo electoral.
Como todo en la vida, hay aspectos positivos y negativos; no todo es blanco y negro, ya que en la parte intermedia podremos encontrar importantes matices de grises; lo importante es que a cada cosa se le dé una justa dimensión.
La cruz que trae a cuestas el Presidente, no es tarea sencilla; sin duda por años fue un constructor de esperanzas, fijó altas expectativas en su persona y hoy sin duda empezará a pagar la factura, de aquellos casos en que se convierta en un simple y vulgar ladrón de esperanzas.
La necesidad de administrar las expectativas -ya que como él Presidente mismo lo señaló en su toma de protesta; él no tiene derecho a fallar-, lo lleva a buscar cualquier tipo de culpables de sus errores, desde la prensa conservadora, a la sociedad civil corrupta, o el viejo sistema que aún no logra que abandone su Gobierno; lo importante es que él no guarde para si ninguna responsabilidad.
Estas afirmaciones, son las que han contribuido a la polarización de la sociedad, no hay puntos medios cuando se trata de hablar de Andrés Manuel; a ello se suma la constante promoción que se hace de las encuestas, en el que su nivel de aprobación rebasa el 80%.
Seguro estoy que hoy Andrés Manuel, empieza a ver no solo su fragilidad, sino como las instituciones son más líquidas de lo que aparentan ser; está empezando a ser consciente que por mucho que él aspire a lograr tal o cual meta, esto no se traduce en indicadores positivos para su gestión; el Gobierno no se administra con promesas, sino con realidades.
Nadie niega que el mandatario, logró ya romper algunas de las formas, con las que nos habían acostumbrado los titulares anteriores; literalmente ya logró imponer: su estilo particular de gobernar.
Ya pasaron cien días y en algunos momentos la nueva administración, parece actuar únicamente en base a la metodología del ensayo y error; sueltan una bomba derivada de su inexperiencia y cuando la opinión pública se vuelca contra ellos, empieza un proceso de operación que permita continuar como si nada hubiese pasado.
La curva de aprendizaje tanto del Ejecutivo, como del Legislativo, parece que se prolongará por más tiempo, mientras eso podría traducirse en el desencanto social y con ello del desplome de la popularidad y legitimidad de esta administración.
A cien días está administración debe replantearse, la necesidad de construir puentes que disminuyan el grado de polarización social; debe empezar a reconocer la abrumadora realidad de que nunca se contó con la varita mágica que transformaría al país en tan solo un día; el país no merece solo administrar esperanzas, se demanda construir una mejor realidad.
Se está concentrando demasiado el poder, a ello se suma que el Presidente es quien fija la agenda pública todos los días; eso puede ser un riesgo fatal para la democracia; ya que dicha concentración podría generar en el mandatario el sentimiento de invencible, aún frente a cualquier tipo de adversidad; lo que podría provocar que demos saltos al vacío.
Las cifras macroeconómicas no están siendo determinantes, sobre si realmente entremos a una recesión económica o si es parte del ciclo normal del cambio de administración; pero por lo menos en la parte política el desencanto ya se empieza a sentir; a ello se suma la incapacidad de este Gobierno a recibir una crítica; todo indica que solo viven por el aplauso.
Los cien primeros días de una administración, en ningún momento son una proyección determinista del futuro próximo, pero sin duda, si pueden dar un norte de la manera en que se conducirá un Gobierno; y lo que se vislumbra de manera general, para quienes se constituyen como liberales y democráticos, no es nada alentador.
Ayer se cumplieron los cien días de lo que tanto se pregona como la cuarta transformación; pero todo indica que simplemente se están robando la esperanza de México; cambiamos todo, para que nada cambie.
Pero lo que viene para los próximos cinco años, sin duda será pronóstico reservado, pero al ritmo que van, podrían agotar pronto la tolerancia de la que tanto han abusado.
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