Boris Johnson se enfrenta a una doble rebelión dentro de su propio partido

Una treintena de diputados se oponen al incumplimiento de los acuerdos del Brexit

El Brexit es como esas películas de ciencia ficción sobre viajes en el espacio, entropía y complejas nociones físicas y matemáticas para avanzados en las que lo mejor es no intentar entender la trama, sino dejarse llevar por la acción y disfrutar las lluvias de estrellas, invasiones planetarias y choques de meteoritos. En el film en concreto que ahora se proyecta en las mejores salas de Londres Bruselas, la acción ha regresado a hace un año y hace dos, a la época de las rebeliones en las filas conservadoras sobre el acuerdo que negociaba el Gobierno con la UE. Como si se tratara de una secuela de La guerra de las galaxias .

Boris Johnson ha estado en los dos lados de la barrera, ha sido el toro y el torero. Fue, como ministro de Exteriores, el cabecilla del motín contra Theresa May y más tarde, ya en Downing Street, se encargó de sofocar la revuelta de los eurófilos de su Administración y del Parlamento, algo que hizo sin contemplaciones, purgando los disidentes y cortando cabezas con la mano dura (en términos políticos) de un Robespierre. Ahora, tras anunciar orgulloso que el Reino Unido va a violar el tratado internacional suscrito con la UE, se enfrenta a dos rebeliones simultáneas, las de los sectores internacionalista y libertario del Partido Conservador.

Johnson provocó la caída de Theresa May con su motín y sobrevivió al organizado en su contra a base de afilar la espada. Ambos fueron sangrientos, y el desenlace estuvo en el aire. La diferencia ahora es que el primer ministro goza de una mayoría absoluta de ochenta escaños en los Comunes, y para hacer temblar su Gobierno haría falta una revolución como la rusa o la francesa, o al menos como la de Oliver Cromwell. Y no es el caso.

Al menos a corto plazo. A medio plazo es otra historia, porque su liderazgo (o falta de él) es cuestionado dentro de su propio partido, donde muchos lo ven como una figura de transición cuyo sentido era ganar las elecciones de diciembre pasado e implementar el Brexit, aunque fuera a base de mentiras y populismo barato, misiones que ya ha conseguido. Su Gabinete de leales sin mayores conocimientos sobre temas de su incumbencia es considerado el más flojo de la historia moderna de Gran Bretaña, y numerosos diputados están promocionando abiertamente la figura del ministro de Economía, Rishi Sunak, como un potencial sucesor, más capacitado para afrontar los gravísimos problemas políticos y económicos que se vienen encima.

Los internacionalistas se tiran de los pelos por el anuncio de que el Reino Unido se dispone a incumplir el acuerdo de retirada del Brexit, en los temas relativos a los controles aduaneros y los subsidios en Irlanda del Norte, y se preguntan qué va a ser de la reputación del país, y con qué autoridad moral va a poder censurar a Rusia, China o Irán si hacen lo propio. En este grupo figuran ex primeros ministros como Theresa May y John Major, y el ex líder tory Michael Howard, ahora miembro de los Lores. Es un grupo de unos treinta, insuficientes para impedir que la polémica ley introducida por Johnson sea aprobada, pero que le pueden hacer bastantes cosquillas.

La rebelión de los libertarios podría ser mayor en términos numéricos, y se resiste a las medidas que acaba de anunciar el Gobierno para intentar frenar el avance de la pandemia, prohibiendo las reuniones familiares y de amigos de más de seis personas (mientras anima a ir a la oficina y viajar en el transporte público, e incluso contempla el regreso a los campos de fútbol en el otoño), y dando poderes a sheriffs y vigilantes, al más puro estilo Trump, para que intervengan en las calles y disuelvan esos encuentros. Los amotinados consideran que se trata de un recorte inadmisible de libertades, y más aún sin que el Parlamento haya debatido y aprobado esas decisiones.

Lo que pretende Johnson con su injerencia en la vida de los ciudadanos está claro, y es evitar la necesidad de un nuevo confinamiento total como el de abril, que ha destrozado la economía. Lo que pretende violando el acuerdo de Retirada del Brexit es más difícil de interpretar, con teorías que van desde que busca la ruptura de las negociaciones hasta que quiere estimularlas aplicando una especie de shock para extraer concesiones in extremis de la Unión Europea, cuando descubra que Gran Bretaña está de verdad dispuesta a irse dando un portazo.

O incluso de que está preparando el terreno para un compromiso que no agradará a los euroescépticos, cambiando conquistas en el tema de la pesca por cesiones en el de las ayudas estatales y la equivalencia regulatoria. Fuentes de Downing Street aseguran que Johnson, un jugador empedernido, no va de farol. Y que los motines no van a ser como el del Caine . Esta película es de ciencia ficción y realmente no hay quien la entienda.

Con información de La Vanguardia

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