El fracaso de la cumbre de Hanói entre el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente estadounidense, Donald Trump, ha obligado a las partes a replantearse su estrategia en la negociación para la desnuclearización de Corea del Norte. Pero un día después de la espantada, todas ellas insisten en que siguen abiertas al diálogo y en que, pese a que parezca lo contrario, se han logrado progresos. Y Corea del Sur, el gran mediador en la sombra, vuelve a ocupar un papel crucial para tratar de que las dos partes acerquen posturas.
La agencia de noticias norcoreana KCNA, que refleja fielmente la opinión del régimen, publicaba este viernes, en un tono moderado, que durante sus encuentros el miércoles y el jueves, Kim y Trump mantuvieron unas conversaciones “constructivas y francas”.
Las relaciones entre los dos países, tras 70 años en estado técnico de guerra —la de Corea (1950-1953) solo permanece detenida por un armisticio—, se han “caracterizado por el desafío y la confrontación”, por lo que mejorarlas supondrá un proceso largo lleno de “dificultades y pruebas”, sostiene la agencia, quitando hierro al desencuentro en el hotel Metropole de Hanói.
Las dos partes han ofrecido explicaciones diferentes sobre el por qué las conversaciones concluyeron abruptamente, sin firmar la declaración conjunta que los dos líderes tenían previsto. Según el presidente estadounidense, Donald Trump, se había debido a que Corea del Norte ofrecía el desmantelamiento de su centro nuclear de Yongbyon, pero solo a cambio del levantamiento total de las sanciones impuestas contra ese régimen. Estados Unidos consideraba esa oferta inaceptable.
En cambio, el ministro de Asuntos Exteriores norcoreano, Ri Yong-ho, convocó intempestivamente una rueda de prensa a medianoche —la primera para medios extranjeros— para desmentir esa versión. Su país, declaró, solo había pedido un alivio parcial de las sanciones.
Parcial, pero sustancial. Las sanciones que quiere ver levantadas son las impuestas por la ONU en 2016 y 2017, y que abarcan amplios sectores de la economía norcoreana, desde el carbón a los textiles, pasando por mariscos y materias primas. También prohíben la transferencia de tecnología.
Según Ri, Estados Unidos planteó una “condición adicional”, que no reveló, pero que según explicó hizo concluir a los negociadores norcoreanos que no iban a llegar a ninguna parte.
Pero las dos partes han dejado la puerta abierta al diálogo. Según KCNA, Kim Jong-un ha propuesto a Trump volver a verse en otra ocasión, y el presidente estadounidense también espera encontrarse con el norcoreano próximamente.
Un alto funcionario del Departamento de Estado ha aportado este viernes más detalles sobre el proceso que llevó a que, para decepción de todos, los dos líderes decidieran con un apretón de manos que no merecía la pena continuar la discusión. “Les pedimos a los norcoreanos que nos aclararan lo que querían, y básicamente era (el levantamiento de) todas las sanciones menos los armamentos”. Esa reclamación se había planteado una semana antes de la cumbre, “la examinamos cuidadosamente y les explicamos que no funcionaría”. “Lo que ellos nos ofrecían a cambio era el desmantelamiento del complejo de Yongbyon, pero definir lo que abarca ese complejo es importante, y los norcoreanos no consiguieron darnos una definición precisa de ello”.
No todo fue en vano, insiste el alto funcionario. “En las discusiones sobre el acuerdo hemos llegado a un nivel de detalle que no habíamos conseguido en bastante tiempo”. Es una lectura que también hace, al menos en público, Seúl. El presidente surcoreano, Moon Jae-in, ha invertido buena parte de su capital político y su tiempo en tratar de acercar posturas entre Washington y Pyongyang. El jefe de Estado tenía previsto anunciar este viernes, en el centenario de la liberación coreana de Japón, un plan de desarrollo económico intercoreano, que dependía del éxito de la cumbre. El fracaso de Hanói le obligó a reescribir su discurso.
La cumbre de Hanói “logró progresos significativos, dado que los dos mandatarios (el presidente de EE. UU., Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un) mantuvieron conversaciones con profundidad, impulsaron el entendimiento mutuo y generaron más confianza”, dijo Moon en una alocución pronunciada en el centro de Seúl, según informa EFE.
El papel de Corea del Sur como mediador vuelve ahora a recuperar relevancia. Moon tendrá que pedir paciencia a Pyongyang, y a Washington vías —mediante excepciones a su régimen de sanciones— para poder sacar adelante proyectos de cooperación económica intercoreana, especialmente el polígono industrial de Kaesong y el centro turístico de Kumsang. Y “retomar las riendas proceso para asegurarse de que Estados Unidos y Corea del Norte no pierden interés en el proceso”, explica el profesor Ramón Pacheco Pardo, del King’s College de Londres. Estos esfuerzos por reactivar el proceso podrían incluir una reactivación de los planes, que habían quedado en un segundo plano a la espera de los resultados en Hanói, de una visita de Kim Jong-un a Seúl.
Mientras tanto, Kim Jong-un continúa en Vietnam para una visita de Estado. El líder norcoreano emprenderá el regreso a su país este sábado, un largo camino en tren que a la ida necesitó de 60 horas.
EFE
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