India y China registraron en la noche del lunes en el Himalaya su primer incidente fronterizo con muertos de los últimos 45 años. Nueva Delhi reconoció en la mañana de ayer la muerte de un coronel y dos soldados. Sin embargo, horas más tarde comunicó que otros 17 soldados, “expuestos a temperaturas bajo cero a gran altitud”, habían “sucumbido a sus heridas”.
Tras este nuevo parte, el diario Times of India citaba fuentes de la agencia ANI que afirmaban que las bajas en el lado chino eran 43, según comunicaciones interceptadas por India.
La cruenta escaramuza se produjo en el valle de Galwan, entre la región de Ladakh propiamente dicha –bajo control indio– y la meseta yerma de Aksai Chin, bajo control chino pero reivindicada por India.
El acercamiento de Nueva Delhi a EE.UU., que tiene en Pakistán su gran aliado regional, preocupa en China
“Durante el proceso de desescalada en curso en el valle de Galwan se dio anoche un enfrentamiento violento en el que se produjeron bajas”, informaba ayer el ejército indio.
“Altos cargos militares de ambos bandos están actualmente reunidos en el lugar para controlar la situación”, decía la nota. Verbalmente, el portavoz también reseñó bajas del lado chino, que Pekín no había reconocido anoche. China acusó a “algunos soldados indios” de cruzar la línea de demarcación “en dos ocasiones, violando seriamente lo acordado”.
India y China no se han puesto de acuerdo sobre 4.000 kilómetros de frontera. La zona del incidente formaba parte del antiguo principado de Cachemira, para el que Pakistán –que ocupa la parte occidental– exige la autodeterminación.
A principios de mes, en el mismo valle de Galwan y en el lago de Pangong Tso, así como en la frontera de Sikkim, ya hubo escaramuzas entre soldados indios y chinos, a palos y puñetazos. Desde entonces, ambos ejércitos han reforzado su presencia mientras entablaban conversaciones para desescalar la situación, que parecían bien encarriladas hasta el pasado fin de semana.
Hace dos años, el punto de fricción fue una zona disputada entre China y Bután, país bajo tutela india. Sin embargo, la tensión viene de lejos. El apoyo de Nueva Delhi al Dalái Lama y al exilio anticomunista tibetano estuvo en el origen de la guerra de 1962, en la que China ocupó la meseta deshabitada de Aksai Chin, estratégica para Pekín porque une Tíbet con Xinjian.
China tampoco reconoce la frontera común al este de Bután y denomina Tíbet del Sur al actual estado indio de Arunachal, que incluye el importante monasterio tibetano de Tawang. Junto a esta presencia tibetana tradicional, India ha habilitado decenas de asentamientos para más de cien mil disidentes tibetanos, algunos de los cuales forman una unidad del ejército indio.
Tíbet y Cachemira llevan décadas estrechando la relación entre Pakistán y China, que ahora es aún más estratégica por la apuesta china de acceder al mar Arábigo precisamente a través de la disputada Cachemira. Al hilo de estos movimientos, el ministro del Interior indio expresó a principios de año que Guilguit-Baltistán, donde se inicia el estratégico corredor económico, “es parte de India”.
China ha terminado dando un golpe de mano entre Ladakh y Aksai Chin, después de que India haya mejorado las carreteras de acceso al paso del Karakorum –hoy cerrado– e iniciado varias construcciones en dichas áreas en disputa, de toponimia más turca que india.
Asimismo, el acercamiento de India a EE.UU. preocupa en China. Pekín también ha expresado su irritación por la política de Nueva Delhi en Cachemira, cuya autonomía acaba de devaluar, separando además Ladakh (de cultura budista y alfabeto tibetano en su parte oriental) del resto de Jammu y Cachemira.
En un contexto de fuerte presión de Washington sobre China cualquier síntoma de que India se apunte al cerco militar orquestado desde EE.UU. es observado al milímetro desde Pekín. EE.UU., de todos modos, juega con dos barajas ya que Pakistán es su gran aliado en la región y ha recibido sumas astronómicas en armamento en las dos últimas décadas. Todo ello convierte Cachemira, disputada por tres potencias nucleares, en un polvorín.
Con información La Vanguardia
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