El Líbano se moviliza por quinto día contra la parálisis política

El Líbano lleva cinco días en la calle protestando por la corrupción de su inamovible clase política y el subdesarrollo de los servicios públicos. La respuesta del gobierno, hoy por la tarde, ha sido aprobar in extremis el presupuesto de 2020, menos atento a las demandas populares que a las exigencias de las instituciones financieras internacionales para conceder un nuevo préstamo, de once mil millones de dólares.

A pesar de su guinda populista –una reducción del 50% en los salarios de los altos cargos públicos y ciento sesenta millones de dólares para ayudas a la vivienda- las medidas adoptadas, como la privatización de las telecomunicaciones o la fusión de las energéticas– insisten en las políticas de austeridad y nada tienen que ver con las movilizaciones populares. Aunque éstas hayan servido para frenar la introducción de nuevos impuestos al hombre de la calle, entre ellos el que había de tasar las llamadas por Whatsapp, que hizo saltar la chispa de la revuelta el jueves por la noche.

El gobierno libanés insiste en la austeridad frente a un país en pie

El mismo primer ministro, Saad Hariri, no esconde que “las medidas no tienen como objetivo frenar la contestación” y se ha mostrado “a favor de elecciones anticipadas” como piden los manifestantes. Así que el desbloqueo del crédito internacional podría ser también el canto del cisne del actual gobierno de unidad. La parálisis de éste ha sido criticada por todos –la economía está estancada y el país en el podio de los más endeudados- y la presencia en él del frente político de Hizbulah –la milicia chií proiraní- saca de quicio al régimen saudí, principal padrino de Saad Hariri, como antes de su padre.

Mientras, en el quinto día de protestas en Líbano, la multitud sigue en la calle en todo el país, con carreteras cortadas y escuelas y bancos cerrados. “Revolución” y “que se vayan todos” son algunos de los lemas coreados por muchedumbres mayoritariamente jóvenes hartas de la corrupción y de la inoperancia del sistema político.

El primer ministro se muestra a favor de elecciones anticipadas

Treinta años después del final de la guerra del Líbano, el país sigue en gran medida en manos de los mismos caudillos que entonces, en un sistema político de base confesional que favorece el clientelismo y las corruptelas, a la vez que frena la savia nueva.

Lo verdaderamente revolucionario de las protestas es que la multitud no deja títere con cabeza incluso dentro de su propia comunidad. El propio Hariri no ha tenido más remedio que saludar que los que quieren ver la caída de su gobierno lo hagan bajo la bandera del cedro, en una inédita muestra de unidad nacional, acaso más auténtica que su gobierno de concentración para que nada cambie.

VAN

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