Europa apunta ya hacia un ejército común

Europa apunta ya hacia un ejército común

La creación de un ejército común se ha convertido en la próxima frontera del proceso de integración europea, una iniciativa con una carga política y simbólica tan formidable como la del nacimiento del euro, la supresión de los controles fronterizos o el establecimiento del mercado único.

Funcionarios y diplomáticos se devanan ya los sesos en Bruselas para dar con la terminología más adecuada para el nuevo proyecto, asustados por la tremenda repercusión política, interna e internacional, de un término como “ejército europeo”.

Pero se llame como se llame, nadie duda de que el desarrollo de una política europea de defensa será el eje principal de la próxima Comisión Europea (2019-2024) y del Parlamento Europeo que surja de las urnas el próximo 26 de mayo. “Debemos tener grandes ambiciones”, repite desde el inicio de la precampaña electoral el alemán Manfred Weber, candidato del Partido Popular Europeo (PPE) para suceder a Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea.

 Weber no alberga ninguna duda sobre la necesidad de completar la integración europea con un traje de campaña que hasta ahora se reservaba para los ejércitos nacionales. “Que no vuelva a haber una guerra en Europa es una idea fundamental. Hoy es impensable. Pero con un ejército europeo común sería definitivamente impensable”, señaló Weber durante un reciente debate con los aspirantes de otros partidos a presidir la Comisión.

La iniciativa cuenta con el apoyo sin ambages de Alemania y Francia, que sin esperar al resto de socios lanzaron en 2017 un proyecto común tan significativo y ambicioso como el Futuro Sistema de Combate Aéreo (FCAS, por sus siglas en inglés), llamado a sustituir los dos aviones de combate que compiten ahora en Europa (el Eurofighter y el francés Raffale).

El efecto arrastre ya se ha producido y España se incorporaba al proyecto en febrero de este año “en igualdad de condiciones que Alemania y Francia”, según aseguró la ministra de Defensa, Margarita Robles, al firmar en Bruselas la Carta de Intenciones de adhesión al plan junto a sus homólogas francesa, Florence Parly, y alemana, Ursula von der Leyen. Bélgica también está lista para participar.

La integración también levanta suspicacias políticas en países atlantistas como Holanda o el Reino Unido. Las trabas británicas a una defensa común parecían a punto de desaparecer con su salida de la UE. Pero el Brexit interruptus ha mantenido la incógnita sobre la capacidad de Londres para obstaculizar los avances. Y, en cualquier caso, la necesidad europea de seguir contando en el futuro con la capacidad militar del Reino Unido mantendrá la sombra de ese país sobre las iniciativas de integración.

La militarización de la UE tampoco suscita unanimidad entre las familias políticas. El entusiasmo de los populares o de los liberales contrasta con la frialdad de los socialistas. “No quieren una política fiscal común pero sí un ejército, eso es contradictorio”, acusa el candidato socialista Frans Timmermans. Y el rechazo es frontal entre los Verdes, un partido que, en función de los resultados, podría resultar imprescindible para conformar una mayoría parlamentaria proeuropea. “Me gustan los grandes sueños, pero si el único gran sueño europeo es un ejército…”, cuestionaba la candidata ecologista, Ska Keller, durante el primer debate entre los aspirantes a presidir la Comisión, celebrado en el Instituto Universitario Europeo en Florencia.

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