El presidente de EE UU pretende primar a los extranjeros cualificados en detrimento de criterios familiares y solicitantes de asilo de países pobres
En el penúltimo intento de la Casa Blanca de desarrollar un marco legislativo capaz de unificar al Partido Republicano en torno a la inmigración, Donald Trump presentó este jueves un plan que declara nuevas medidas de seguridad en la frontera sur del país y da un vuelco a la política migratoria, primando los “méritos” de los aspirantes a la residencia sobre la reunificación familiar. El plan tiene mínimas posibilidades de ser aprobado en el Congreso.
El nuevo plan migratorio del presidente parece muerto antes incluso de haber nacido. El cerebro que ha pasado meses trabajando en el que debería ser el mensaje central de la campaña de reelección de Trump en 2020 ha sido su yerno Jared Kushner, asesorado por Stephen Miller, el principal apoyo del presidente en temas migratorios. Pero destacados miembros republicanos, como el senador Lindsey Graham, mostraron su escepticismo sobre el plan incluso antes de que el presidente lo hiciera público este jueves desde los jardines de la Casa Blanca.
El proyecto mantendría la inmigración legal en torno a poco más del millón de personas al año, pero no da respuesta a los más de 11 millones de sin papeles ni a los conocidos como dreamers, los migrantes en situación irregular que llegaron al país de niños. Busca además acelerar la construcción de partes del famoso muro en 33 lugares de la frontera con México.
El plan tiene mínimas posibilidades de ser aprobado en el Congreso, ya que evita los puntos más polémicos —como reconoce la propia Casa Blanca— y los más necesarios de resolver. Justo aquellos por los que más presionan los demócratas.
Según la jefa de prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders, el plan diseñado ha dejado fuera a propósito DACA (el acrónimo de los dreamers que se acuñó durante la época de Barack Obama) porque es un asunto “muy divisivo”. “Todas y cada una de las veces que nosotros o alguien ha dibujado un plan migratorio y ha incluido DACA ha fracasado”. “Lo hemos dejado fuera a propósito”, insistió Sanders.
Tump plantea un giro radical en la política migratoria de EE UU para evitar el acceso de personas de lo que en el pasado calificó de “países de mierda”, en referencia a El Salvador, Haití y países africanos. Trump define su plan como “meritorio”, ya que los aspirantes a vivir en EE UU deberán superar una prueba de “civismo”. Y se juzgaría su nivel de inglés, edad y oferta de empleo.
El objetivo es convertir el actual 12% de inmigrantes que obtiene la residencia permanente por su talento o trabajo en un 57%, y rebajar del 66% al 33% los que la consiguen por lazos familiares. También, reducir del 22% actual al 10% el número de personas que obtiene la residencia permanente, conocida como green card, por razones humanitarias o mecanismos que buscan fomentar la diversidad de los países de origen de los inmigrantes.
Para encontrar pistas sobre cómo atraer a trabajadores más cualificados, Kushner y Miller estudiaron los sistemas migratorios de países como Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda.
Lo que el yerno del presidente y sus acólitos encontraron fue que tan solo el 12% de la inmigración estadounidense está basada en criterios de empleo y habilidades en comparación con el 63% en Canadá, el 57% en Nueva Zelanda, el 68% en el caso de Australia y el 52% en Japón.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha criticado la decisión de la Casa Blanca de usar la palabra “mérito” para tratar de reducir el número de inmigrantes que llegan legalmente al país para reunirse con sus familiares. “Realmente es una palabra condescendiente. ¿Están diciendo que la familia no tiene mérito?”, se ha preguntado Pelosi en una rueda de prensa. La líder demócrata ha declarado que ella está a favor de una reforma migratoria más “exhaustiva”, que proteja también a los soñadores”.
Agencias.
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