Este 15 de mayo en México se celebra a una de las profesiones más nobles e importantes para la sociedad: a las y los maestros.
La celebración en nuestro país data de 1918, cuando el presidente Venustiano Carranza implementó un decreto para que se conmemorara a los educadores mexicanos.
Sin embargo, fueron los diputados Enrique Viesca y Benito Ramírez los responsables de que haya un Día del Maestro, ya que ellos propusieron una fecha para agradecer su labor.
A razón de ello, y para festejar este importante día, te compartimos algunas frases y poemas con las que podrás reconocer lo que los maestros hacen en su día a día; principalmente en estos tiempos complicados.
Frases y poemas para celebrar en este 15 de mayo
Maestros, de Evelia Calva
Gracias maestros, por hacer de mi estancia en la escuela
No sólo un lugar de exámenes o tareas
Sino un hogar que me cobija y mi éxito anhela
Enseñando a sopesar las mareas.
Sabes llenar los días, lo mismo de amor que de exigencias
Con tu dedicación y entrega, orientas mis inquietudes
Paciente comprendes cada locura y das sosiego a mis ansias
Eres cómplice en mis juegos, travesuras y vicisitudes.
A ti, que consagraste tu vida a la mía,
A ti, que me diste tu mano, para subir un peldaño,
A ti, que distribuyes tu tiempo para ser mi guía,
A ti, que te esmeras toda tu vida y no sólo un año.
Gracias maestros, por demostrarme en cada momento su vocación,
por sembrar en sus pupilos, firmes ideales, nunca de ocasión,
por enseñarme que una profesión se estudia por convicción.
Otras frases para celebrar en el Día del Maestro
“Si tienes que poner alguien en un pedestal, pon a los maestros. Son los héroes de la sociedad”. Guy Kawasaki
“El trabajo del maestro no consiste tanto en enseñar todo lo aprendible, como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento”. John Locke.
“La función de la educación es enseñar a pensar intensa y críticamente. Formar inteligencia y carácter, esa es la meta de la verdadera educación”. Martin Luther King, Jr.
“Los maestros inspiran, entretienen y acabas aprendiendo mucho de ellos aunque no te des cuenta”. Nicholas Sparks
“El porvenir está en manos de los maestros de escuela”. Víctor Hugo
“La profesión del educador contribuye más al futuro de la sociedad que cualquier otra profesión”. John Wooden
“Todo el que recuerda su propia educación, recuerda a sus maestros, no los métodos o técnicas. El maestro es el corazón del sistema educativo”. Sidney Hook
La oración de la Maestra, de Gabriela Mistral
¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.
Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.
Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!
Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.
Con información de Infobae