El cometa C/2024 G3 (ATLAS) es el protagonista de un evento astronómico que ha capturado la atención de astrónomos y curiosos por igual. Su perihelio, el punto más cercano al Sol en su órbita, ocurre a una distancia de 0,09 unidades astronómicas (unos 13,5 millones de kilómetros). Aunque sigue estando lejos de la Tierra, este evento lo convierte en un espectáculo celeste digno de contemplar.
Visible una vez cada 160.000 años, este cuerpo helado podría brillar con una intensidad comparable a la de Venus, dependiendo de su capacidad para sobrevivir a la cercanía abrasadora del Sol. Sin embargo, observarlo no será sencillo: su cercanía al horizonte y la luz solar dificultan su localización, especialmente desde el hemisferio norte.
A pesar de las dificultades, astrónomos y aficionados a la observación del cielo ya preparan sus telescopios para presenciar uno de los eventos más emocionantes de la década.
Antes del amanecer, el cometa atravesará las constelaciones de Capricornio y Sagitario, ofreciendo un espectáculo celestial único.
La ventaja del hemisferio sur radica en la posición relativa del cometa respecto al horizonte, lo que facilita una visibilidad más clara y prolongada en comparación con el hemisferio norte
¿Qué hace especial a C/2024 G3 (ATLAS)?
Aunque no se espera que desarrolle una cola espectacular como otros cometas célebres, la posibilidad de que sea visible incluso durante el día añade un elemento de intriga. La comunidad astronómica sigue atenta, especialmente después de experiencias pasadas como la desintegración del cometa C/2024 S1 (ATLAS) en circunstancias similares.
Un observador clave en esta historia es el satélite SOHO, que monitoreará el comportamiento del cometa entre el 11 y el 15 de enero. Este seguimiento será crucial para determinar si el núcleo del cometa resiste las fuerzas gravitacionales y térmicas del Sol, o si sucumbe en el intento.
El futuro de los eventos astronómicos
Estimar el brillo de un cometa al acercarse a su perihelio es un desafío lleno de incertidumbres. Todo depende de cómo reaccione su núcleo al calor del Sol, ya que su composición y estructura pueden provocar desde una intensa actividad hasta su fragmentación o completa desintegración.
En el caso del cometa C/2024 G3 (ATLAS), descubierto en abril de 2024 y con un núcleo estimado de unos kilómetros de diámetro, se han detectado cambios significativos en su brillo, lo que podría ser un indicio de que su núcleo está empezando a desmoronarse. Por otro lado, este aumento también podría reflejar un incremento en la actividad de su superficie, liberando grandes cantidades de gas y polvo.
Sea como fuere, la fragilidad inherente de los cometas los convierte en fascinantes mensajeros de los secretos del universo. Estas enigmáticas rocas de hielo y polvo no solo son testigos del origen del Sistema Solar, sino también portadoras de pistas sobre su evolución y composición química, contribuyendo a desentrañar misterios fundamentales de la astronomía.
Así, el cometa C/2024 G3 (ATLAS) podría convertirse en un espectáculo para la historia o un fugaz recuerdo de lo que pudo ser. Pero, sea cual sea el desenlace, valdrá alzar los ojos al cielo.
Con información Nat Geo
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