A mediados de los noventa, cuando entré con mi perro en el ring del Concurso de Parecidos de la exposición canina de Pennington Day, en los suburbios de Nueva Jersey, Estados Unidos, tenía toda la confianza de una jovencita segura de su victoria.
Al fin y al cabo, mi cachorro de cocker spaniel tenía unas orejas largas y caídas que combinaban perfectamente con mi melena rubia y ondulada. Después de ganar aquel primer concurso, Soccer y yo competimos durante unos cuatro años en el Pennington Day con una serie de trajes a juego (el suyo robado a mi hermana pequeña) y acumulamos una fila de cintas azules. Desde entonces, no he vuelto a tener tanto éxito.
Resulta que la ciencia respalda el estereotipo de que los perros se parecen a sus dueños. Una revisión reciente de 15 estudios realizados en todo el mundo sugiere que no solo las personas y sus mascotas tienen un aspecto y un comportamiento similares, sino que las similitudes entre sus personalidades se acentúan con el tiempo.
En muchos de los estudios, los científicos pidieron a los voluntarios que emparejaran fotos de sus perros y dueños, y lo hicieron mejor de lo que lo harían por casualidad. En un estudio, los participantes también dedujeron si los canes correspondían a los dueños correctos, a pesar de que solo podían ver los ojos de los canes o de las personas.
Otro descubrió que las mujeres solían tener el pelo de una longitud similar a la de las orejas de los perros, como mi peinado y mi flequillo de spaniel. ¿A qué se debe esto? Los expertos sospechan que la gente elige mascotas que se parecen a ellos o que les reflejan de algún modo, o quizá, inconscientemente, como en mi caso, que se parecen un poco a una versión canina de su hijo.
La revisión también demostró que perros y dueños tienen rasgos de personalidad similares, sobre todo extroversión y neuroticismo, y que sus temperamentos parecen ser cada vez más afines. El estudio ofrece diferentes teorías del porqué, entre ellas que los dueños pueden sentirse atraídos por mascotas que son como ellos desde el principio y que, a medida que envejecen juntos, las dos especies pueden regular las emociones de cada una, reforzar el comportamiento de la otra o aprender juntas.
El sesgo del propietario también influye: sin una forma estandarizada de evaluar la personalidad de los canes, los científicos deben pedir a la gente que evalúe a sus propias mascotas, que pueden ser tan difíciles de considerar objetivamente como su familia humana. Los investigadores pueden abordar este sesgo planteando a los dueños preguntas más claras sobre cómo actúan los perros en determinadas situaciones, no sobre si su cachorro es un buen chico.
La influencia de los humanos en sus perros no sorprende a Borbála Turcsán, investigadora de la Facultad de Ciencias ELTE de Hungría que estudia el comportamiento canino. Turcsán calcula que un tercio de la personalidad de un perro es genético, pero otros dos tercios vienen determinados por su entorno, en gran parte moldeado por su dueño si están juntos desde cachorros. Los canes también están predispuestos a confiar en sus dueños, porque decenas de miles de años de domesticación los han unido profundamente a nosotros.
Por ejemplo, “si viene un camión y hace mucho ruido, el perro mirará al dueño. Si el dueño no se preocupa, el animal aprenderá a no preocuparse”, explica.
Turcsán también sugiere aprovechar la confianza del animal para reducir su miedo, por ejemplo exponiendo a los cachorros a ruidos fuertes, como fuegos artificiales, en un entorno seguro.
Con información National Geographic
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