La posibilidad de que se registren lluvias suena alentadora frente al avance del fuego en varias regiones de Sudamérica. Pero esta “lluvia negra”, llena de hollín, puede ser tóxica y tiene otras implicaciones.
El humo de los incendios en Brasil, Bolivia y Paraguay ya afectan a países limítrofes (como Argentina y Uruguay) y amenazan la salud de miles de personas. Ante las llamas que consumen gran parte de Sudamérica y las impresionantes nubes de humo que cubren las ciudades, es natural pensar que la lluvia podría calmar las llamas y mejorar la calidad del aire.
En los primeros días de septiembre de 2024, el número de focos de incendio en todo Brasil ha duplicado los registrados en 2023, y en tan solo 10 días se han contabilizado más de 37 000 focos, según informa Agencia Brasil, la agencia de noticias del gobierno brasileño. En Paraguay, el Instituto Forestal Nacional (Infona) informa que entre el 1 y el 12 de septiembre de 2024 se han afectado más de 318 000 hectáreas en todo el país.
Bolivia atraviesa una situación similar, con unos 4 millones de hectáreas afectadas en lo que va del año, lo que ha llevado al Gobierno nacional a emitir una alerta sanitaria frente a los altos índices de contaminación ambiental provocada por los incendios forestales registrados en varias regiones del país.
Pero la lluvia no siempre actúa de manera positiva durante los incendios forestales. A continuación, descubre de qué manera se vinculan e influyen entre sí.
El agua de lluvia contribuye a disipar el humo de los incendios, pero puede provocar “lluvia negra”
Las gotas de lluvia pueden favorecer la “limpieza” del aire, ya que capturan las partículas de humo y otros contaminantes y las hacen descender hasta el suelo, explica la Asociación de Jefes de Bomberos del Oeste (WFCA, por sus siglas en inglés), una organización benéfica sin fines de lucro en Estados Unidos y una división de la Asociación Internacional de Jefes de Bomberos.
De esta manera, la visibilidad y la calidad del aire mejoran sustancialmente tras la lluvia.
Sin embargo, cuando las precipitaciones arrastran partículas contaminantes, como hollín y cenizas de un incendio, “ensucian” el agua, que puede adquirir otra tonalidad, lo que genera un fenómeno que suele llamarse “lluvia negra”.
Cabe aclarar que “el impacto del humo (de los incendios forestales) en la formación de lluvia ácida suele ser mínimo”, ya que la concentración de contaminantes de estos siniestros suelen ser inferiores a las de las emisiones industriales. Aunque la interacción con contaminantes provenientes de otras fuentes puede crearla, explica la WFCA.
Tal como señala la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, la lluvia ácida es una precipitación “con componentes ácidos, como ácido sulfúrico o nítrico, que cae al suelo desde la atmósfera en forma húmeda o seca”.
Las lluvias suelen ser más severas después de un incendio forestal
Otro punto destacado por la Asociación de Jefes de Bomberos del Oeste es que, además deeliminar la vegetación, los incendios forestales dañan el suelo y reducen su capacidad de absorción de agua.
Por ese motivo, es posible que las lluvias intensas posteriores a un siniestro de gran magnitud perjudiquen al entorno al aumentar el riesgo de inundaciones repentinas, corrimientos de tierra y erosión en las zonas afectadas.
Con información National Geographic
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