Por: Fernando Espinosa Rúa
La Navidad puede ser una época emocionalmente compleja para muchas personas.
Para el mundo católico y cristiano, cada año, por estas fechas, llega el momento en el que se supone que debemos poner el árbol de Navidad, el Nacimiento y dejarnos llevar por el espíritu de estas fiestas de Fin de Año. Sin embargo, no para todo el mundo este periodo es igual, algunos países que se encuentran en guerra, en algunos otros es una temporada normal y ello tiene que ver con otra religión que profesan. Incluso en Estados Unidos, país mayoritariamente cristiano, festejan más el Día de Acción de Gracias, en el que se reúnen casi obligatoriamente las familias y ya para el 24 y 25 de diciembre la gente puede optar por estar sola. En México recientemente ha recobrado mucha fuerza el Día de Muertos y rivaliza con las fiestas decembrinas, y hay que mencionar que la costumbre del árbol la introdujeron los malogrados emperadores Maximiliano y Carlota y los imitaron los aristócratas, ahí con cierta desconfianza, ahora parece muy normal. En España la mera fiesta es el día 25 porque el 24 es apenas la Nochebuena. En fin, todo es muy relativo.
Ahora bien, aunque la Navidad es una fiesta que muchas personas asocian con momentos gratos, compartidos especialmente en familia, para otras es una de las épocas más triste o estresantes del año.
Existen muchas razones por las cuales algunas personas se ponen tristes o con ansiedad en el mes de diciembre, entre ellas podemos apreciar que en esta época se presentan una gran cantidad de películas y comerciales, llenas de motivos navideños donde todos son felices y se producen los más insólitos milagros. Con este tipo de películas nos hace generar expectativas muy altas y desear unas “Navidades de película”, que al compararlas con la realidad nos hace sentir desencantados. Pueden generar la idea que todo se va a solucionar, si hay algún pariente enfermo este se pondrá bien, o si hay problemas familiares estos pueden resolverse simplemente por un prodigio o hasta un capricho.
Las redes sociales pueden crear una imagen idealizada, artificial y fantasiosa de la Navidad, lo que puede generar sentimientos de insuficiencia o envidia. Se suele mostrar y demostrar familias muy felices y pudientes, ostentosas. Las decoraciones caras y novedosas de almacenes especializados dan una escenografía sobrecargada y pretensiosa, a pesar de ello poco ayudan a evitar riñas a mitad de la cena o exceso en el consumo de alcohol que acaba mal. En cambio, ocupa menos atención la idea de ser tiempos para la autocompasión y el perdón, o de que menos, la tolerancia y la mesura.
La sociedad impone altos estándares sobre la Navidad, como la necesidad de comprar regalos, organizar intercambios abusivos, colocar ornamentos que remedan paisajes nevados y ajenos que luego da flojera retirar y guardar, adquirir
ropa para estrenar el gran día y pasar tiempo con familiares y conocidos que a veces la verdad, pocas ganas tenemos de ver. Todo ello puede generar cierto grado de ansiedad. Los gastos navideños pueden ser excesivos y en cosas de un solo uso, lo peor de todo es que esto se asocia a una idea de felicidad.
Sin embargo, es posible que algunas personas estén pasando por periodos que no están percibiendo un salario o sus recursos económicos son limitados y tal vez se sientan presionados a llevar a cabo los rituales antes comentados y no cumplir con ellos puede hacer sentir fracaso y frustración, como si no estuviéramos a la altura de las circunstancias. Algunas personas consideran que tanto consumismo hace que se pierda el sentido religioso de la celebración.
También hay lugares comunes y estereotipos, uno muy usual es la imagen de la madre-abuela que debe presidir y procurar la gran celebración, de lo que no se habla es que se les carga la mano, se espera que vayan al mercado por las viandas, las preparen con esmero, las sirvan, vuelvan a servir porciones bajo la demanda de hijos, hijas, yernos, nueras, hermanos y hermanas, cuñados y cuñadas, nietos, nietas, laven los trastes y al día siguiente repitan el ritual con el recalentado. Se fabrican memorias sentimentalistas de esas Navidades, de “que bien le queda el bacalao, los romeritos, ponche y el pavo a mi abuelita”, pero quizá nunca se reparó en su real consentimiento para desempeñar este rol, incluso, cuando faltan estas figuras se llega a romper con la tradicional cena navideña, pues al ya no estar, los miembros de la familia ya no acuden.
También, hay algunas personas que están pasando por momentos difíciles, como pudiera ser que estén enfermos, tener un familiar enfermo o recientemente fallecido, mientras que se están recibiendo cientos de mensajes navideños que invaden la televisión y nuestros teléfonos, en los cuales amigos, familiares o vecinos con los que generalmente no hablamos el resto del año, nos envían supuestas emotivas palabras y en muchos casos impersonales de copia, pega, replica y reenvía.
Y, es que parece ser que debemos estar felices y amables, como una obligación por ser Navidad, lo que a veces no coincide con nuestro estado de ánimo o salud física, y nos puede hacer sentir incomodos. A veces, hacer el caldo gordo puede acabar en un cuadro de desestabilización, el abuso de comida y bebida es letal para personas diabéticas e hipertensas, y no de en balde los servicios de urgencias en hospitales se saturan al terminar la temporada o el llamado maratón Guadalupe Reyes, la verdad no es cosa de chiste.
Algunas otras personas han tenido dificultades familiares en estas fechas o bien, consideran que las reuniones familiares distan mucho de las imágenes idílicas que percibimos. A veces en esas reuniones van acompañadas de envidias o celos que producen mucho malestar y algunos piensan que van cargadas de hipocresía. También, se suelen convertir en espacios en el que se ejerce discriminación, no faltan los distingos en contra de los nietos y nietas “prietitos”, o dar mejores regalos a los hijos e hijas de los hijos varones y más si son los primogénitos. Se
acosa a las hijas y nietas que ya están en edad de casarse y se tornan escenas de violencia.
Por su parte, se puede resaltar la sensación de aislamiento y soledad en personas que han perdido seres queridos o tienen dificultad para conectar con otros. Personas que ya no tienen familia.
Acontecen sentimientos de nostalgia, se puede recordar momentos felices del pasado que ya no existen, querer que se repita como lo fue hace un año, o varios años atrás.
En este caso se presentan sentimientos dolorosos, recuerdos tristes como la perdida de un ser querido, un divorcio o una experiencia difícil. Los recuerdos de las personas que han muerto a lo largo del año, que se encuentran lejos o enfermos inundan nuestra mente y empañan las celebraciones, pues estamos extrañándolos y nos llenamos de recuerdos que serán irrepetibles.
Al final es mejor pensar que la Navidad es únicamente una fecha en el calendario y que cada uno le da la importancia que quiere o puede gestionar.
Si sientes que no te atrapa el espíritu Navideño, habla con tus familiares, mentaliza que la Navidad es un estado de ánimo, que el mejor regalo que puedes hacer es disfrutar con los tuyos, o incluso contigo mismo, haciendo introspección, y no hacer caso a la exagerada publicidad que nos incita al consumo, prácticas masificadas sin sentido y símbolos huecos.
No te dejes influenciar por la hipocresía ni te amargues con las contradicciones de la época, en estos días sabemos que la gente puede ser más amable y desear Felices Fiestas a todo el mundo, incluso, te proponen verse antes que termine la temporada cuando no las visto en todo el año y alterar tus rutinas o prioridades. En realidad, dedicar unos minutos de tu tiempo a la gente que nos rodea debería ser una costumbre, todo el año.
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Me gustó mucho lo que leí, a juicio mío, como reflexión es excelente, gracias por compartir.