Por: Daniel Rangel
Normalmente cuando los padres acuden a terapia porque «su hijo tiene problemas de conducta» piensan en un problema aislado, es decir, un asunto muy propio del hijo que le tienen que ayudar a resolverlo. Algunos padres adoptan una actitud reprobable, negativa o, aunque pareciera contradictoria, desinteresada hacia el hijo; por ejemplo, culpándolo por hacerlos gastar, tildándolo de exagerado, diciéndole que eso le pasa por flojo, entre otros comentarios sin ton ni son.
Pero ¿qué tan suyo es el problema del hijo?, ¿qué tan cierto es el problema?, ¿qué tan auténtica es la ayuda que se le quiere brindar para que resuelva ese problema? Veamos.
Un caso de depresión
Hace algunos ayeres trabajé un caso donde el hijo de un paciente estaba en tratamiento para depresión. El hijo respondió a lo que suele sugerir la depresión: desatendió la escuela, sus proyectos, su cuidado personal, por mencionar algunos. Sin embargo, desatender ALGUNAS áreas de su vida no significaba desatender tooodas, y eso conflictuaba a los padres; parecía como si necesitaran ver a su hijo embarrado entre las sábanas las 24 horas para confirmar su enfermedad.
Le cuestionaban: Para ir a X lugar sí estás bueno, pero para lo que realmente deberías, no lo estás. Claramente le reprochaban el descuido a sus estudios.
Los padres concluyeron que «la supuesta depresión» no era más que una excusa para no ir a la escuela, y que en realidad no iba por flojo. Nada más equivocados.
La depresión causaba que desatendiera su vida en términos generales, pero no por eso dejaba de hacer ciertas actividades que le ayudaban a dispersarse, como ir de compras, ver Netflix, jugar videojuegos, etc.
En estos casos, lo que piensa el depresivo es que ya nada tiene sentido (aunque hay grados de este pensamiento). Sería ingenuo pensar que se preocuparán por llevar la tarea de matemáticas o bañarse. ¿Me sigues?
Opinólogos y jueces
Si bien nuestros padres, la calle, las redes sociales y demás nos han dado conocimientos, no nos salvamos de tomar como verdades inquebrantables muchos de esos conocimientos, pues no los cuestionamos; todavía hay, por ejemplo, quien cree que por andar descalzo en la casa se asegurará problemas de garganta.
Si esto ya es absurdo, aún podemos agregar la costumbre de hacerle diagnósticos a los hijos: «lo que tienes es pura flojera», «no tienes nada, solo necesitas hacer algo para no estar pensando tonterías»…
A saber: detrás de cada acción o inacción hay muchas posibilidades de por qué se realizó o no se realizó. El problema es tomar como una verdad que la razón que yo imagino por la cual mi hijo hizo X, es la misma que a él lo motivó (pues regularmente creemos que es una razón negativa); en consecuencia, lo juzgo y lo condeno con un trato injusto.
En el caso que compartí, los papás le exigían absurdamente al hijo que si no cumplía con la escuela, no le darían apoyo de ningún tipo; para explicarme mejor: es como pedirle a un ciego que nos lea el título de una revista y si no lo hace, no le damos limosna. Lo juzgaron de flojo y lo condenaron quitándole el apoyo.
Problemas de familia: problemas de mi hijo
Los problemas psicológicos de un hijo muchas veces son reflejo de los problemas que existen en la familia, y les puedo dar mil y un ejemplos, pero solo les compartiré uno, tampoco abusen.
Un paciente hacía despapaye en diferentes ámbitos al grado de que preocupó a los padres. Estos acudieron conmigo pidiendo que les ayudara a corregir el problema de su hijo. Al indagar, descubrí que no le manifestaban cariños que le dejaran claro que lo amaban. No eran violentos con él, pero tampoco le mostraban afecto. Creían que no era necesario hacerlo, pues mientras no existiera la violencia, la carencia de esta significaba que lo apreciaban.
Este caso enseña dos puntos importantes:
1. Que muchos padres creen que mientras no le saquen sangre a su hijo o le hablen con groserías, están educando bien a sus hijos, sin darse cuenta que son quienes están causando o manteniendo los problemas de su hijo.
2. Que muchos problemas de los hijos solo son la expresión de otro problema familiar.
¿Quieres ayudar a tu hijo realmente?
Un psicoterapeuta sabe bien que no todo el que acude a terapia realmente está dispuesto a cambiar. Así que no, no todo el padre que lleva a su hijo a sus citas está dispuesto a ayudarlo, y la razón es porque cuando se les dice que también se necesita trabajar con ellos, se cierran; de labios para afuera dicen que pondrán de su parte, pero en el fondo siguen haciendo lo mismo.
Modificar la forma de ser es difícil, pero aun así, hay quienes lo intentan, otros de plano se lavan las manos y buscan que los profesionales lo hagan por ellos. Esto no es exclusivo de la terapia, también ocurre en el ámbito escolar donde los padres le exigen a los maestros que eduquen a sus hijos para que se porten bien, e incluso dentro del ámbito familiar, cuando el esposo deja que sea la mamá quien atienda a los hijos con sus tareas.
En otras palabras: se zafan de aquello por lo cual DEBEN responder, o sea, de sus hijos.
Así que si realmente quieres ayudar a tu hijo, el primer paso no es llevarlo a terapia, sino estar dispuesto a participar en el cambio.
Te dejo con esta reflexión y te espero para el segundo paso: ahora sí, acudir a terapia. Muchas veces no sabemos cuál es el problema hasta que alguien nos lo enseña.
Ci vediamo!
Síguenos en nuestras redes sociales: