Por: Fernando Espinosa Rúa
“No me juzgues así como me ves esta noche. Decrépita, vieja, deshecha. Trata de recordarme como no me conociste, muchacho. Cuarenta años atrás, ya estarias embobado, hechizado de mí, imaginando desesperadamente cualquier treta con tal de acostarte conmigo. Ahora a cambio, te doy asco, te apabulla mi fama y quieres huir porque sabes que colecciono carne joven. Pero algún día no demasiado lejano tu lozanía te abandonará, muchacho, y saldrás a la noche en busca de lo que ya perdiste”. (Tinta Roja, 1998, Alberto fuguet).
Se puede tener asco de una comida, de una persona o simplemente de una situacion en la que nos encontramos, experimentar esta situación es parte de nuestra vida personal, lo demostramos generalmente de manera involuntaria hacia algo concreto, y es común que ante ciertos estímulos podamos sentir ganas de vomitar, sin embargo, aunque intervienen aspectos sensoriales inevitables como el olfato, la vista o el gusto, la sensación final también depende de la subjetividad que le otorgamos a cada detonante, ante la cual se ve potenciada.
Al asco se le conoce por sus atributos como son repugnancia, repulsión, desagrado, aversión, vértigo, nausea y desazón y se encarga de protegernos de no comer ni beber algo en mal estado, por ejemplo, lo cual tiene un sentido estrictamente higiénico.
No obstante, actualmente también tiene que ver con que no olamos mal, ir bien vestidos, evitar sitios sucios o malolientes, entre otros. Esta vertiente funciona para gestionar nuestra relación con otros seres humanos o es consecuencia de dicha interacción y por lo mismo puede implicar símbolos o ideas diversas vinculadas a la jerarquía, segregación y discriminación.
El asco es una emocion universal, ya que se manifiesta en todas las culturas, incluso en personas ciegas, generando una reaccion fisiologica inconsciente caracterizada por la nariz arrugada, como queriendo decir: “¡Qué desagradable!”, “¡Guácala!” o “¡Aléjalo de mí!”. Al asco se le ha considerado como una emoción aversiva, que procuramos evitar a toda costa, quizá por eso mismo, su presencia es muy valiosa en nuestras vidas.
Si bien, el asco es una emoción “innata”, ya que esta se origina en las amígdalas cerebrales y no es controlable, gran parte de los estímulos que la evocan se determinan socioculturalmente. Se ha comprobado que los niños muy pequeños no la sienten hacia sustancias, objetos u olores específicos, por ejemplo, pueden oler coladeras, tocar lombrices o insectos sin el más mínimo recelo, incluso hasta ingerirlos.
El asco al igual que el miedo nos protegen de diferentes estímulos peligrosos que pueden comprometer nuestra vida. Ambas son emociones estrechamente relacionadas.
Puedes sentir asco hacia un alimento en descomposición y puedes sentir miedo si llegaras a ingerirlo, pues corres el riesgo de enfermar. A nivel cognitivo se produce siempre una evaluación del estímulo como amenazante, contaminante o con capacidad de producirnos una enfermedad. A nivel fisiológico podemos sentir náuseas, activación del sistema nervioso parasimpático, mareos, como una reacción natural del cuerpo para que te alejes de ello. A nivel conductual llevamos a cabo comportamientos de repulsión, huída y expresiones faciales típicas y universales que nos sirven para comunicar nuestro desagrado.
En los humanos adquiere la particularidad de que ser una emoción ampliada por las influencias sociales y culturales, ya que se desarrolla mediante la interacción entre las personas y se torna en códigos y en mecanismos condicionados por la cultura y transmitidos mediante la educación, el efecto demostración o los prejuicios. En determinados grupos o contextos, como las personas más jóvenes, se han desarrollado ideas de que es asqueroso comer visceras, insectos o coles de bruselas; pero ellos mismos ven muy bien consumir botanas tan picosas que generan gastritis, sopas de tallarines de microondas con altísimo contenido de sodio y ningún nutriente, pastelillos con glaseado de sebo de res coloreado y saborizado a chocolate; o micheladas “puercotas” con pollo rostizado remojado, todo se puede volver tan relativo.
Actualmente a la gente le genera mucho asco el comportamiento antihigienico, tal como los trastes sucios de días; el mal manejo de alimentos; la falta de limpieza; ver y oler heridas infectadas; olores fuertes o penetrantes como cañerías, alcohol, tabaco, etc.; fluidos corporales como sudor, orina, heces, saliva, pus, sangre o eyaculaciones; ciertos animales y sus secreciones.
En el aspecto histórico cultural, se corrobora que el asco tiene que ver con nuestro entorno social. Durante la antigüedad y la Edad Media el baño no era una práctica generalizada, recordemos el pasaje biblico de Abraham en el que reconoce a sus hijos por el olor, también que el pueblo se orinaba y defecaba en lugares publicos, la gente tiraba los orines a la calle por la ventana, escupía en las calles y plazas públicas y eso fue motivo de pandemias, a veces no hemos avanzado mucho, como los machitos que echan escupitajos a las vías del metro mientras esperan el convoy, en actitud pendenciera y territorial. Durante la epoca de Luis XV el uso del abanico era más para los malos olores, que para el calor, así como el uso exagerado de perfumes. Actualmente muchos hombres y mujeres sienten asco ante la menstruacion, sudor o el semen, en contrario, podemos ver al personal de limpieza acostados en los camiones de basura durmiendo o comiendo sin señal de asco.
Los diferentes alimentos que se consumen en el mundo, son un ejemplo de cómo lo social nos impone parámetros frecuentemente arbitrarios o convencionales, en cuanto a lo que nos de asco o no, por ejemplo, los quesos franceses que para el pueblo japonés puede resultar repulsivos, así como el comer pescado crudo y fresco puede resultar no grato en otras culturas, en México se consumen insectos, huitlacoche o flores, pero para otros puede ser repulsivo. En cambio, así como en nuestro país se aprecia la moronga, en Reino Unido un plato típico es el black pudding, una especie de morcilla, asimismo, el pay de riñón y los haggis que no son más que pancita de cordero mezclada con avena, muchas coincidencias también, pero para los norteamericanos platillos así resultan francamente algo nauseabundo.
En sociedades primitivas los hombres pensaban que al comer ciertos alimentos podrían adquirir las propiedades o las cualidades físicas o imaginarias artibuidas a un animal comiendo su carne, así que se pensaba que con comer los corazones de gallina corrían el riesgo de volverse cobardes, por el contrario, el comer corazón de un leon podría convertir a un cobarde en un ser bravo, y no es tan descabellado, en un restorán de Barcelona hace años me dieron a comer carne de ese gran felino, pero me siguen dando miedo los ratones.
Para algunos estudiosos del asco, como los psicólogos Rozín, Haidt y McCaule, este tiene una dimension humanizadora en el sentido de que “el asco asume el papel del guardian del Yo Corporal, rechazando elementos que violan al cuerpo, trazando una distincion entre lo animal y lo humano. Mencionan que los seres humanos necesitamos esconder nuestra naturaleza bajo un velo de prácticas y rituales que nos humanizan, lo cual explica que ciertos actos sexuales, la falta de higiene, la muerte y lo escatológico o la mutilacion corporal provoquen asco. Sin embargo, esta se le ha conferido un contenido moral y politico convirtiéndola en un sentimiento conservador, provocando ofensas como la violencia injustificada, el racismo, la tortura y transgresiones socio-morales. De esta manera, estamos ante una emocion con más contenido cognitivo vinculada a creencias e ideas muy contaminada por la sociedad, las tradiciones, la educacion, la religion que llega a ser deshumanizadora.
Llevado a un extremo superlativo, esto deriva en una noción desproporcionada de la santidad, ya que lo impoluto no solo nos aleja de lo animal, sino también de lo finito e imperfecto que es la existencia humana, por lo que en un afán de parecernos a Dios, creemos que ello se logra siendo ascépticos, inmaculados, y a practicar un higienismo irracional. En el fondo, también pretendemos huir de nuestro pasado ancestral, cuando la humanidad evolucionó de los homínidos, y es que en algún tiempo nuestros antepasados eran carroñeros, comían los desechos que dejaban otros depredadores, carne podrida, eso los hizo sobrevivir y la grasa animal nutrió sus cerébros y sin embargo nuestra posterior sofisticación hace que reneguemos de tan salvaje origen.
En el odio existe repudio y se abisma la distancia entre el yo y el semejante. Usamos expresiones tales como “amargo como la hiel”, para indicar rechazo, frustración o amargura, o la frase “me das asco”.
La repugnancia cuando se alía con formas de rechazo tales como el odio, el rencor, el desprecio, o la mera indiferencia hacia aquellos que no forman parte del reducido colectivo de los nuestros más parecidos. Es un caldo de cultivo para actitudes intolerantes del signo que sea, misoginia, racismo, homofobia hasta fanatismos de todo tipo.
Estas actitudes se acompañan de establecimientos de jerarquías y diferencias que menosprecian y humillan a aquellos que son blanco de las mismas, ya sean individuos desconocidos, precarios, con discapacidad intelectual, enfermos, contaminados, y también emergen ante la posibilidad de una intimidad o cercanía no deseada.
Inclusive, se ha determinado el asco socio-moral como una reacción a las clases sociales bajas o a violaciones de la “moral”, teñida de racismo y clasismo, contribuyendo de esta manera a la “conservación de los valores sociales”. Para mucha gente no hay nada que les de más asco que un peligro inminente de perder su estatus social y tener que usar el transporte público, por ejemplo, compartiendo el espacio con gente que se considera inferior, por ser racializada no blanca y pobre, se les tacha de sucios y apestosos, la referencia a los codos negros o percudidos o el olor a humedad son unos de tantos insultos con más carga discriminatoria y memes al respecto abundan, es terrible ver cómo se han normalizado e instalado de forma permanente. Como si no fuera suficiente, también hay para repartir a la gente de tercera edad, se dice que un “viejo” da asco porque huele a miados o porque se dice que hay que cambiarle el pañal, como si la incontinencia de esfínteres fuera un acto de capricho o voluntario.
En la epoca del Apartheid en sudáfrica, se evitaba cualquier tipo de aproximación entre blancos y negros, impulsando la separación en los lugares de trabajo, residencia, transporte incluso centros educativos, con la finalidad de evitar todo contacto, sin embargo, los blancos se servían a menudo de los negros en las cocinas, de tal modo que su comida era preparada y tocada por éstos. Esta practica, por el contrario es evitada en la sociedad de castas de la India.
Así que, ya sea que estemos delante de olores corporales, sabores amargos o tactos repugnantes o bien, delante de valores deteriorados, comportamientos abominables o relaciones aborrecibles, que repelemos, estamos delante de una grieta o intersticio de interés para la psicología social. Es así, que lo antisocial, delimitado por el asco, se constituye en un rastro a seguir.
Es agradable saberse aceptado, por que sentimos que pertenecemos a un grupo y la buscamos porque viene acompañada de un reconocimiento de nuestra valía como persona. Todos buscamos el ser aceptados dentro de nuestro grupo ya sea familiar, escolar o social. El rechazo es la acción opuesta a la aceptación, es la negación de un hecho, hacia una persona o hacia nosotros mismos que nos hiere. Esta herida de rechazo y/o exclusión, es de la más comunes y dolorosas porque también significa una separación del grupo al que queremos pertenecer o creemos pertenecer. El caso es que el rechazo es una decisión consciente de quien lo ejerce, mientras que el abandono es involuntario.
Las personas somos responsables de nuestros sentimientos y a veces tendremos que estar dispuestos a trascender el propio miedo, soportar la burla y la incomodidad, sufrir el desprecio de seres queridos, vecinos, compañeros de trabajo y amigos, por pensar diferente a la masa.
En definitiva, la sensación de asco si bien es distinta para cada individuo, tambien es posible reprimirla, contenerla o superarla, por ejemplo, en el ejercicio de la medicina y en el sector de los servicios fúnebres, esta superación juega un papel importante, los que las ejercen tienden a ser insensibles o neutrales.
Se tiene que reflexionar sobre este asco moral y convertirlo en un sentimiento con una gran carga humanizadora.
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