Por Daniel Rangel
Recordarán que hace un par de meses Mariana Rodríguez, esposa del gobernador de Monterrey, Samuel García, se cortó el pelo como muestra de apoyo a un niño con leucemia a quien su tratamiento ya le había tirado mucho cabello.
En redes sociales no se hicieron esperar los comentarios y varios señalaron que había sido un gran acto de empatía independientemente de si había sido un movimiento estratégico para su imagen pública.
Este ejemplo nos muestra la concepción errónea que se puede tener de la empatía, pues eso no fue un acto de empatía, sino de solidaridad. Vamos a aclarar, pues.
LA DIFERENCIA ENTRE AMBAS
La empatía es la comprensión que tenemos hacia alguien, donde esa sensibilidad nos ayuda a imaginarnos aquello por lo que está pasando el otro y con ello ajustar nuestra forma de interactuar con este. Por su lado, la solidaridad es el valor a través del cual se muestra apoyo al afectado que experimenta una adversidad.
La empatía puede dar lugar a la solidaridad, pero la solidaridad se puede ejecutar prescindiendo de la empatía.
Continuando con el ejemplo de Mariana Rodríguez, ella pudo hacer efectivo su valor de la solidaridad apoyando al pequeño al cortarse el pelo, pero eso no significa que realmente se haya identificado con él ni comprendido su experiencia frente a esta enfermedad (o sea, tenido empatía).
¡QUÉ FALTA DE EMPATÍA!
Como seres imperfectos pecamos de ser incoherentes y fascinantes por ello, por ejemplo, al ponerse a la defensiva con las críticas de la gente ante cierto acaecimiento, replicando –y hasta llorando– que «les falta empatía» para que entiendan su situación; sin embargo, cuando se está del otro lado, se es ciego e insensible (por voluntad o por un escaso desarrollo de consciencia de la existencia de otros individuos con necesidades y deseos) con los demás, sin tener la más mínima empatía.
La gente suele pensar que la empatía es algo arraigado dentro de sus nobles valores, pero en demasiadas ocasiones se pasa por alto que fuera de las propias necesidades y deseos hay otras personas que también piensan y sienten, es decir, no hay una comprensión de la condición de individuo de los demás y que, al igual que uno, también se frustran, se sienten derrotados, perdidos, esperanzados, tristes, alegres, motivados, hambrientos, entusiasmados, etc.
Podría asegurar que hasta aquí cualquiera pecaría de santo pensando: «sí, es que así es la gente, ¡no tienen consideración!», pero veamos algunos ejemplos comunes a ver si no has caído también.
EJEMPLOS COTIDIANOS DE FALTA DE EMPATÍA
· Servirse del refresco familiar y dejarlo mal tapado o destapado, sin tener la mínima consideración de que el gas se escapará y que los demás también tomarán.
· Ir sentado en el transporte público e ignorar que un papá carga con un brazo a su crío mientras con el otro se ase del tubo, y no ofrecerle el lugar.
· Estacionarse en doble fila en calles angostas impidiendo el tránsito vehicular.
· Ir a gran velocidad en las calles encharcadas por la lluvia sin importar mojar a los peatones.
· Contarle algo serio a otro y no ser escuchado por estar atendiendo su celular.
· Recibir ayuda cuando se atraviesa por un problema, pero hacerse de la vista gorda cuando el que alguna vez te ayudó está viviendo una dificultad.
· Recriminar porque no te contestan un mensaje del trabajo, pero dejar en visto (o no abrirlos) cuando a ti te escriben.
· Recibir un detalle por tu cumpleaños, pero ni siquiera felicitar a quien te dio el detalle cuando es el suyo.
DIME QUÉ EXIGES Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES
La empatía no es natural del ser humano ni viene implicada con la bondad que uno cree poseer; se va adquiriendo conforme uno se va sensibilizando al reconocer que no solo existen las propias necesidades y deseos, sino también las de otros individuos; y que las acciones que se realizan no solo benefician o afectan a uno mismo, sino a otros también. Pensar en el otro antes de ejecutar una acción que los pueda afectar, eso es ser empático.
Y como los ejemplos que mencioné arriba hay muchísimos en la cotidianeidad, no por nada elegí escribir sobre este tema. Te reto a que pienses en casos donde no sueles ser empático; para lograrlo tienes que permitirte ver el mundo desde la perspectiva del otro para entender mejor el impacto de tus acciones. Después me dices qué tan empático crees que eres. Yo me voy, y ahí nos leemos.
Ci vediamo!
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