La renuncia del diputado Edmundo Torrescano al Partido Revolucionario Institucional no solo es un acto personal de desvinculación, sino un claro reflejo de las profundas divisiones y crisis que atraviesa esta histórica agrupación política.
En rueda de prensa denunció la pérdida de la institucionalidad dentro del PRI, acusando a la dirigencia de privilegiar la lealtad incondicional sobre la diversidad de opiniones y la crítica constructiva.
Su decisión de abandonar el partido, es una acción que subraya las diferencias internas y el malestar entre sus filas.
Este episodio no es aislado. Es parte de un patrón más amplio de descontento y desilusión dentro del PRI, que ha visto cómo ha perdido terreno frente a nuevas fuerzas políticas y ha enfrentado desafíos significativos para renovar su imagen y recuperar la confianza del electorado.
Las críticas de Torrescano, al referirse al PRI como “sepultureros”, destacan una percepción de que el partido ha perdido su identidad revolucionaria original y se ha convertido en un vehículo para intereses particulares en lugar de un defensor de los intereses nacionales.
Lucía López M/Redacción
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