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Camarón que se duerme, no se lo lleva la corriente

Por Fernando Espinosa Rúa

Un tercio de nuestra vida aproximadamente, la pasamos durmiendo. Para el cerebro la actividad, el ejercicio, la alimentación, el estudio y el trabajo, son elementos indispensables, pero también lo es el dormir y el descansar.

El reposo es una función natural del cuerpo humano, el dormir es una parte integral de la vida cotidiana, una necesidad biológica cuya debida atención nos permite restablecer funciones físicas y psicológicas esenciales para una buena salud y un pleno rendimiento.

Dormir es tan importante que si pasamos una noche en vela, al día siguiente la pasamos mal, gracias a los experimentos de privación de sueño, se ha comprendido que cuando se elimina “completamente” la posibilidad de dormir a una persona temporalmente o parcialmente, es decir, que no se le deja dormir por periodos prolongados puede causar un desequilibrio en el cerebro a niveles bioquímicos y varios días en vela pueden causar severos trastornos, algunos irreversibles o incluso la muerte. El organismo siempre tratará por todos los medios de conservar su equilibrio recuperando aquello de lo que se le ha privado. Todo ello sin obstar que, aunque estamos durmiendo, nuestro cerebro permanece casi igual de activo que cuando se está despierto. En el caso de otras especies, se conoce que cuando duermen los delfines la mitad de su cerebro está funcionando y la otra en reposo.

Dormir es hallarse en el estado de reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos, y de todo movimiento voluntario, el cual técnicamente corresponde a un estado cognitivo vegetativo. Sin embargo, nuestra memoria ancestral nos condiciona a que veces lleguemos a estar en un estado de alerta, lo cual es una herencia de protección para no ser presa de algún depredador, por ejemplo. A veces estamos cuidando a alguien y nos quedamos dormidos, pero si se requiere una respuesta ante un peligro reaccionamos, salvo que estemos muy cansados, estamos sedados o bajo la influencia del consumo de alcohol u alguna otra sustancia.

La mayoría de los adultos necesitan al menos 7 horas de dormir cada noche.

Algunos aspectos que afectan en forma negativa el dormir, son la ansiedad, el estrés, la mala alimentación, algunos medicamentos, cambios de horario, problemas de pareja, laborales y familiares, el frio y el calor, sudoraciones nocturnas por varias causas. Estos factores cambian las sensaciones de cansancio y descanso.

El dormir nos ayuda a disminuir la ansiedad y mejorar nuestro estado de ánimo y entusiasmo, además que nos permite pensar con mayor claridad, tener adecuada concentración y desempeñarnos satisfactoriamente en nuestras actividades.

Es necesario para que el sistema inmunitario funcione, ya que es preciso dormir para que al cuerpo se revitalice, renueve y reponga, también, para que el proceso de envejecimiento se produzca de forma natural y evitar la presencia de factores que propicien deterioro prematuro y comorbilidades.

Asimismo, tiene un impacto significativo en la salud sexual. Las personas que duermen lo suficiente suelen tener un mayor interés y disposición para interactuar de forma erótico afectiva, pues ayuda a regular las hormonas, incluyendo las relacionadas con el deseo sexual, los sentimientos de amor, atracción y conexión. Una buena noche de descanso ayuda a que tengas más asertividad, energía y placer a la hora de tener este tipo de intimidad.

Se dice que hay gente que duerme, pero no descansa y es que no es solo la cantidad de horas que uno duerme, sino que la calidad del descanso es importante, pues hay personas para las cuales el llamado ciclo circadiano o biológico suele interrumpirse o acortarse y no pasar suficiente tiempo en sus diferentes etapas de sueño. Cada noche, mientras dormimos pasamos por diferentes fases o estadios de sueño que se suceden con un patrón secuencial, y es relevante cada fase, el conjunto de fases y que se cubra la secuencia. A veces pasa que podemos dormir muchas horas, pero despertamos con una somnolencia que dura todo el día, y es quizá porque la secuencia de etapas debía regular el descanso no se consumó, quizá porque sonó el despertador, nos tuvimos que levantar al baño, andaba un mosco en el cuarto, se activó la alarma sísmica, o qué sé yo, a veces pasa que con menos tiempo descansamos más. Esta condición puede variar con cada persona, y a lo largo de la vida de cada quien, en general

los bebés lloran cuando su cuerpo les pide dormir, para los niños más pequeños es un drama ser despertados para ir a la escuela, algunos adolescentes se tornan irascibles si su descanso se ve interrumpido durante la noche o madrugada; en cambio, en la edad madura la inercia para ir a dormir o seguir dormido parece moderarse, además de que una taza de café puede ayudar, al menos en algunos casos y hasta antes de llegar a ser adultos mayores.

El doctor Eduardo Calixto hace mención que durante la noche, cuando soñamos, en especial entre la una y las tres de la mañana, es cuando el cerebro cambia su metabolismo, en este momento se hace limpieza, se ordena y se formula un balance de lo necesario para que al día siguiente se realicen las actividades con eficiencia, entonces dormir mal o despertarse en ese horario de la madrugada disminuye la capacidad de memoria, aprendizaje y atención al día siguiente. En particular, esta limpieza elimina los recuerdos que no son necesarios o emocionalmente no importantes, para dejar espacio a nueva información o aprendizaje. Por ello, entre otras cosas, no es recomendable desvelarse estudiando.

Otro tipo muy diferente de procesos sucede cuando estamos despiertos, cuando somos conscientes de la realidad, toda vez que la corteza prefrontal nos obliga y permite estar atentos a las consecuencias de nuestras decisiones, a operar los filtros sociales tales como la culpa y vergüenza, a estar alertas y a desarrollar las funciones cerebrales superiores como la reflexión, la lógica y el pensamiento matemático,

Algunos investigadores opinan que dormir contribuye a consolidar los recuerdos del día anterior, otros que restablecen los niveles de neurotransmisores. Otra teoría afirma que es el modo en que el cerebro, da sentido y orden a su propia actividad cuando está aislado del mundo y sin estar sujeto a la infinidad de estímulos externos. Dormir proporciona al cerebro la ocasión para terminar su trabajo administrativo, asentar y dimensionar los acontecimientos, reírse de los sucesos del día y disfrutar un poco de tiempo de calidad del “Yo”. En este contexto, dormir bien reorganiza gradualmente las conexiones neuronales.

Desmond Morris, autor de libros y estudios zoológicos indispensables como “El Mono Desnudo”, resaltó la rotunda afirmación de que el niño debe dormir siempre cerca de su madre, y que eso es beneficioso para ambos. Dormir juntos es lo que la naturaleza ha programado para los humanos y es como se ha dormido en todas las culturas y pueblos desde los primeros tiempos en los que los seres humanos poblaron la Tierra.

Es más, el autor citado no tiene ningún reparo en afirmar que son brutales y terribles los métodos conductistas que recomiendan que se deje al bebé llorando en la cuna o que se le muestre frialdad cuando reclama compañía. Puesto que el pequeño, al escuchar los latidos del corazón, estos le proporcionan una gran

tranquilidad; asimismo, recalca la importancia de darle amor sin medida y de no dejarle dormir solo, ni mucho menos que llore en la noche.

En el caso de los adultos mayores, llega un momento en que así como el hambre disminuye considerablemente, también tienden a dormir por más horas.

Muchas personas mayores de 65 años se quejan de problemas para conciliar el sueño por la noche y de despertares precoces que los hacen levantarse antes de lo deseado. De igual forma, refieren tener más sueño durante el día y, en general, sentir que su descanso ha perdido calidad respecto a épocas vitales anteriores. Pero, también hay ciertas condiciones que pueden impedir un descanso reparador, como la apnea y otros problemas respiratorios o el síndrome de piernas inquietas, frecuentes en estas edades.

Curiosamente, es posible que esta pérdida de sueño no sea tan perjudicial. Y es que se ha visto que, en comparación con los jóvenes, los adultos mayores muestran un mejor rendimiento cognitivo y menos somnolencia tras una noche de privación de sueño.

Los adultos mayores también suelen sufrir una mayor sensación de sueño durante el día y un menor nivel de alerta y actividad, lo cual les lleva a tomar siestas. Hay otras condiciones que contribuyen a esta mayor somnolencia diurna; por ejemplo, la presencia de enfermedades como la depresión y el consumo de fármacos. Ahora bien, estos efectos no necesariamente están relacionados con la edad, sino con ciertas condiciones comórbidas, en la tercera edad, las enfermedades físicas son más comunes y también algunos trastornos mentales.

Antes que recurrir en primera instancia a los somníferos para remediar el insomnio que puede tornarse crónico, se puede voltear a ver a la meditación, la cual tiene la capacidad de disminuir la actividad de áreas cerebrales relacionadas con las emociones, además favorece a tener un mejor control con la ira y en consecuencia promueve una mejor calidad del sueño. También puede usarse la relajación, escuchar música suave.

Es importante saber que entre más madura nuestro cerebro, la calidad del dormir, puede disminuir, por ello debemos realizar mejorías en la salud de nuestro descanso.

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